sábado, 30 de abril de 2011

La próxima es amarilla

Transcripción de mis pensamientos durante un viaje en tren, Ramal Constitución - Alejandro Korn, el otro día.


Uh, no, señora, no. No se siente. No me refiero a "siente" de sentir, sino de sentarse. Estoy podrido de sentarme siempre con viejas en el tren. Con el tiempo comienzo a pensar que esas cosas de las películas en las que el protagonista conoce a una sensual hembra porque se sienta junto a él en algún transporte público no son más que patrañas jolibudenses para distraernos a los individuos reales, aquellos que no somos Richard Gere ni Robert Redford, y hacernos creer boludeces que jamás ocurrirán en nuestros trenes del conurbano.
Sin embargo, no pierdo la esperanza de que se siente alguna joven a mi lado, saque del bolso un ejemplar de "Cocina Fácil" de Choly Berreteaga, y yo le haga algún comentario acerca del libro, de todas las veces que lo leí y de que nunca pude hacer que me saliera esponjoso el bizcochuelo de limón. Ahí ella me diría que es porque fallo en las cantidades de manteca, y que con gusto me invitaría a su casa a enseñarme bien cómo se hace. Claro que ella tampoco tendría idea de cocina, sólo sería una excusa para juntarnos allí, esperar a que su madre se vaya a dormir la siesta y luego sí amarnos candorosamente sobre el sofá.
Pero no. Esas cosas no suceden, y heme aquí sentado al lado de esta señora de uñas exageradamente largas y cara pintarrajeada cual casas de calle Caminito. Quizá el destino insiste en estos mensajes pues está escrito que yo deba ser un gerontofílico, y yo no hago más que negarme e ignorar estas señales que me deja la providencia, con lo cual estaría alejando cada vez más mi felicidad que vendría de la mano arrugada de una señora de setentitantos.
Podríamos andar con esta añosa mujer abrazados dando vueltas por la plaza, riéndonos de los incautos que pensarían que estoy con ella por su dinero o por interés en encamarme con su hija; no, estaría a su lado por su risa, su gusto por los chistes verdes y su manía de comprarme golosinas en todos los quioscos que cruzáramos.
Pero no. Francamente no me interesa. Si eso es lo que el destino tiene reservado para mí, pasaré a la historia como un hombre quien rechazó el camino que le había sido trazado y con un machete se internó en la selva a fin de forjarse el suyo propio. Uh, hablando de eso, me pasé de estación. Otra vez.

jueves, 28 de abril de 2011

Ni un mensaje

Nunca vamos a ver si el planeta es verdaderamente redondo; tampoco tenemos posibilidad de notarlo desde nuestro lugar, ya que vemos todo derecho. Sin embargo, nadie se atrevería a decir que vivimos en una planicie sobre elefantes y tortugas. ¿Será otro complot?

viernes, 22 de abril de 2011

El almohadón está en la cocina




¡Qué aliviado y reconfortado me siento al acostarme cada noche sabiendo que tenemos un esatado nacional que nos protege!

martes, 19 de abril de 2011

Me gusta Kweuke

Otra inconveniencia temporal ("otra" refiere a que ya mencioné una) encontrada en Los Simpson, en el capítulo que Lisa va a la universidad y Bart está encerrado en una burbuja:
Cuando homenajean a Skinner colocando una placa en el estacionamiento, incluyen su año de muerte: 2010.
Lo loco es que estamos en 2011 y Seymour sigue vivo; quizá tanta hierba fumada en Vietnam alargó su vida.

jueves, 14 de abril de 2011

Ella escucha Bjork, Bowie y Beck

Hoy la señora autista me dijo "gracias" porque le sostuve la puerta que da a la calle cuando salía. Mi vida no podría ser más emocionante.

miércoles, 13 de abril de 2011

Es fácil si lo intentas

En mi edificio vive una señora autista. Claro, yo al principio no lo sabía, y pensaba que era una vieja mala onda que no me devolvía los saludos ni me decía "gracias" cuando le sostenía la puerta del ascensor.
Con el tiempo me fui dando cuenta de su condición y dejé de saludarla. Compartimos largos viajes en ascensor en silencio, yo mirando el techo y ella con la vista fija en un rincón y moviendo las manos nerviosamente. Era genial, no había necesidad de forzar una conversación de tipo "se hizo esperar la lluvia, ¿no?".
Luego, hace poco, hablé del tema con una vecina, y me dijo "a mí sí me saluda, se ve que le doy más confianza". Ah, listo. ¿No soy confiable para las señoras? ¿no merezco el saludo? ¿por quién me toman? ¿no se dan cuenta que detrás de todos estos músculos hay un ser humano con sentimientos?
Por eso, ahora, sí quiero que me salude. Quiero que la señora autista hable conmigo en el ascensor, critique al intendente, se queje de la humedad o le saque el cuero a la vieja del cuarto. ¡Por favor, señora!

lunes, 11 de abril de 2011

The phone rings in the middle of the night

Damián de Santo debería mejorar la seguridad de su casa: siempre se le mete algún cocinero.

viernes, 8 de abril de 2011

Lo saluda el director




¿Notaste que a la izquierda, sobre el logo de VO5 dice "Alberto"? ¿De qué se trata? ¿Quieren decir que el dueño de la empresa se llama Alberto VO5?
Es más nombre de androide futurístico programado para limpiar las herramientas en un taller mecánico o pasar la aspiradora por la alfombra en los rincones donde se va juntando toda la pelusa. Pero no de dueño de una empresa de artículos de perfumería.

sábado, 2 de abril de 2011

Clave de Fa

Caminaba hoy por la tarde por una calle solitaria, alejada, poco transitada. El fuerte sol calentaba el aire, volvía pesado cada movimiento, ralentizaba la caminata.
No había nadie en la calle. Por la misma vereda que yo, detrás mío, se oía el sonido de las ruedas de un carrito que era llevado por una señora de caderas prominentes. De frente a mí, un niño se montaba en una bicicleta y se alejó raudamente montado sobre ella, como queriendo esquivar el calor. En un charco junto al cordón, un pajarillo aplacaba su sed bebiendo agua.
De repente, la mujer de amplias caderas comenzó a correr. El ruido de las pequeñas ruedas del carrito era como un torno de dentista junto al oído. Se puso a golpear una puerta, y a gritar:
- ¡Miguel, Miguel! ¡Miguel, salí que un pibito se robó tu bici! ¡Miguel!
El Miguel en cuestión tardaba en salir, no sé si por no encontrar la llave, o estaba durmiendo la siesta, u odiaba su bicicleta. Por eso, la mujer dejó el carrito junto a la puerta y comenzó a perseguir a la carrera al pequeño caco, que se alejaba rápidamente.
Ahí noté que estaba frente a un delito; un ciudadano estaba sufriendo. Sin embargo, sólo atiné a seguir caminando con las manos en los bolsillos, pensando en tomarme un vaso de algo helado cuando llegara a casa. Me sentí como Spiderman cuando ve que pasa un chorro y no hace nada. Aunque yo no tuve a nadie que me dijera luego que "un gran poder conlleva una gran responsabilidad".