lunes, 25 de septiembre de 2017

E la torta per me

Cuando era chico, todos mis amigos festejaban su cumpleaños en Happy Park, el salón de la calle Buenos Aires. Era "el" lugar.

Me acuerdo de la canchita en el fondo donde transpirábamos nuestros sueños de hacer ese gol increíble y Juan Martín siempre se agarraba a trompadas con alguien. Cada tanto había que parar el partido porque una de las chicas entraba a la cancha con uno de los varios kartings a pedal que había por ahí. No había tribunas y nuestra única hinchada eran los patos y gansos que deambulaban en el corral de al lado, en un sector que supongo tendría algún fin educativo del que nosotros jamás participamos.

Sí tomábamos parte en las corridas por el laberinto, esa estructura de madera enorme, de varios pisos e infinitos recovecos. De vez en cuando (nunca entendí de qué dependía) te podías encontrar en un rincón con la hija del dueño disfrazada de bruja y tener pesadillas toda la semana. O todo el mes.

Al mejor estilo kermesse, estaba la pirámide de latas para derribar a pelotazos. Aunque no había premios; era sólo por el honor. A cada lado del estante con las latas estaba la perdición del niño noventoso: dos fichines con lo último en materia de videojuegos. A la izquierda, el Sunset Riders, en el que nos peléabamos por ser Cormano, el del sombrero charro violeta y escopeta. Si no, te tocaba ser alguno de los otros tres vaqueros para luchar contra los malos. A la derecha, el Mortal Kombat 1 y el abuso que muchos cometían de la soguita de Scorpion para ganar siempre.

Pero en un momento se cortaba todo. Alguno de los empleados, desalmados y con el corazón negro, apagaba las máquinas sin importarle si estabas en el último nivel del Sunset Riders o si llevabas diez peleas sin perder en el Mortal Kombat. Porque era tiempo de la torta.

Acá es cuando el dueño se lucía. Con su melena blanca estilo Doc Brown, agarraba su bandoneón y nos llamaba a formar "una ronda redonda" en torno al homenajeado. El tipo dirigía la canción del Feliz cumpleaños, el Feliz, feliz en tu día y esa que en un momento dice "que la dicha te acompañe". Aunque yo pensaba que decía "ficha" y me parecía un sinsentido.

Por alguna razón, nunca pude festejar mi cumpleaños ahí. Pese a los intentos de mis padres, siempre estaba ocupado para esa fecha y los días posteriores. ¿Tanta gente concibe en diciembre? Bueno, en aquel momento no me hacía esa pregunta. Pero me resignaba a la celebración en lugares alternativos. Luego, las mudanzas y principalmente la pubertad dejaron atrás el anhelo y todo quedó en el pasado.

Transcurridos ya muchos años, decidí darme el gusto y reservar un lugar. Jugamos a la pelota y Juan Martín se agarró a trompadas. Nadie se acercó a los fichines porque los cambiaron por unos nuevos, con más botones de los que los dedos pueden manejar. La bruja terminó la facultad y ya no trabaja en el laberinto, de todos modos lo recorrimos y nos asustamos entre nosotros. Cuando el dueño se calzó el bandoneón y llamó a la ronda redonda, estaban todos. Pero faltabas vos.