martes, 30 de marzo de 2010

La hora de la espada

Ya que parece que nadie jamás encontrará a Julio López, empecemos a buscarlo nosotros mismos.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Derrotero de banderas

Es un secreto a voces el hecho de que todos los inodoros del mundo tienen un llamado "punto del silencio".
¿De qué se trata esto? Cuando uno utiliza un inodoro, cualquiera (incluso mingitorios), el chorro de orín produce un ruido al golpear con la porcelana. Obvio. Sin embargo, hay un punto exacto en todo el plano, en el que este ruido deja de existir. A esto se llama, justamente, punto del silencio.
Tiene su origen en las logias masónicas medievales, que como se sabe en aquellas épocas estaban compuestas por arquitectos. Estos profesionales del diseño, aplicando diversas teorías físicas y matemáticas, dieron con esta maravilla, el punto del silencio, que les ayudaba a no atraer con el ruido a animales peligrosos en los años en que los baños se ubicaban en los patios, lejos de las casas.
Luego, con el correr de los tiempos, los baños se introdujeron en los hogares. Ahí surgió un nuevo inconveniente: el joven que va a la casa de su novia a conocer a los padres, y siente la necesidad de echarse un cloro. Pide permiso, solicita la ubicación del baño (aunque ya la conoce, de cuando se mueve a la nena los domingos, día en que los padres no están en la casa) y va. Allí es cuando se siente incómodo por el ruido, aún cuando este es obvio. "Oh, creerán que estoy meando", piensa el joven, porque el amor lo idiotizó. Por suerte los agudos masones se acordaron de esto: el muchacho usa el punto del silencio y se ahorra el mal momento.
Está de más aclarar que el punto del silencio funciona sólo cuando tenés pito; algo lógico dado que en el medioevo a nadie le importaban las mujeres. Así que perdonen niñas, ya haremos alguna investigación escatológica que las tenga como protagonistas. Y a ustedes, nobles masones: gracias.

lunes, 22 de marzo de 2010

Permitiles a los agentes sanitarios que te ayuden a combatirlo

Niños, no intenten esto en sus casas.

viernes, 19 de marzo de 2010

No hay pájaros en la mañana

Hoy me pasó algo revelador. Un amigo trajo facturas, y luego de un rato, entre mate va, mate viene, factura de aquí y factura de allá, agarré la última que quedaba. Parecía un cacho de masa común y silvestre, espolvoreado con azúcar. Claro, ya se habían acabado las medialunas, las tortitas negras, las de dulce de leche, los churros. Así que agarré esta insulsa bola de masa y le pegué el primer mordisco, el cual me dio la pauta de que había algo más allí que harina y azúcar. La mordida reveló que debajo de esa fachada insípida y que parecía no decir nada, había un delicioso relleno de membrillo, que hizo que aquella última factura valiera la pena.

Pero no es sobre esto que os quiero hablar. Hoy miraba en la facultad a un pibe con una anatomía un poco extraña, y pensaba "jeje, tiene la cara chiquita". Ahí se puso en funcionamiento mi motor de pensamientos inútiles, que me distrajeron de la explicación del profesor durante el resto de la clase.
El chabón en cuestión era algo así:


Es decir, tenía los ojos, nariz, boca y cejas distribuidas en un muy pequeño espacio, bien juntas.
Acá es donde me surge la duda semántica: ¿qué es la "cara"? ¿Es el espacio en el frente de la cabeza en donde están insertas todas estas partes? ¿o son las partes en sí?
Porque si fuera el espacio, sería un flaco con una gran cara, pero mal aprovechada espacialmente.
Por el contrario, si la cara es solamente las partes que la componen, este sujeto tiene una cara muy pequeña. Pero entonces, de ser así, ¿cómo se llama el espacio que le queda vacío?
Llamé a revista Caras para preguntar al respecto, y la chica que me atendió (Claudia, creo) me puso en espera. Terminé cortando luego de 6 horas y 42 minutos de escuchar la 5ta sinfonía de Beethoven en midi, así que el problema sigue irresuelto.
Me parece que esto debería preocuparnos a todos, ¿no? Qué sé yo... porque si bien muchos insisten en decir "ay, no tenés cara", creo que efectivamente todos tenemos una.

martes, 16 de marzo de 2010

Oda a la Lela

Si en algún momento de la vida llego a lograr algo mediante el uso del lenguaje escrito (ya sea como periodista, escritor, sociólogo o empleado del registro civil de los que llenan formularios), sin dudas será gracias a mi abuela. Ella, que se encargó de cuidarme hasta mis cuatro años cuando mis padres estaban laburando, tuvo vital injerencia en el proceso de aprendizaje de la lecto escritura, que logró que en poco tiempo y en base a una candorosa paciencia, pudiera incorporar los rudimentos básicos de la lengua castellana y fuera el niño mimado de la maestra de jardín.
Esta señora, Lela, como siempre la llamé, es la mamá de mi mamá. Vivió mucho tiempo en el sur del conurbano y un tiempito en Florida, pero posee una profunda porteñidad y un gran amor por su Ciudad de Buenos Aires. Tengo algunos recuerdos aislados de aquella tierna infancia. Me acuerdo cuando me llevaba caminando de la mano hasta el jardín, que quedaba a la vuelta de casa, y yo cantaba a los gritos "No sé tú". Me acuerdo de pasar horas y horas en el sótano del edificio donde ella vivía, del cual mi abuelo era encargado. Ahí mi abuela hacía unas milanesas de la gran puta que deslumbraron a mi viejo la primera vez que fue a comer.
La tuve lejos muchos años; ahora que estoy cerca me gusta visitarla seguido. Cada vez que voy a la casa me recibe con Coca y alfajores Jorgito de chocolate, haciendo parecer que nada ha cambiado desde aquellos comienzos de la década del '90. También me llena de monedas para el bondi, que hoy en día se cotizan mejor que la soja pese a la irrupción de la tarjeta magnética. Hablamos de política, de historia, de la facultad, de fútbol. Si está lindo, vamos a tomar mate al balcón y mirar a la gente ajetreada con su rutina, yendo de aquí para allá. Realmente estas visitas no tienen desperdicio.
La televisión sensacionalista ha calado fuerte en ella; tiene la imagen de que en la calle estamos todos a los tiros, viviendo como en el Wild West estadounidense. Así que no ahorra en recomendaciones: "llevá la plata bien guardada", "empezá a sacar la llave del bolsillo en la esquina", "no crucés por la plaza", "no te quedés dormido en el colectivo", entre otras. También su salud le juega malas pasadas, pero la mayoría están en su imaginación. Es más fuerte de lo que cree.
Esto ha querido ser una especie de homenaje, de reconocimiento a mi abuela por todo lo que me dio y me sigue dando. Aunque, como siempre, me parece que me quedé corto. Considero que las palabras son geniales cuando se trata de describir pensamientos, pero para los sentimientos se vuelven limitadas y poco significativas. Creo que lo que más vale de esto es la intención de agasajarla y decirle "gracias, te quiero mucho", intención que podría ser mejor llevada a cabo tomando algo en San Cristóbal, en La Casa de Aníbal Troilo, y escuchando un buen tango.

lunes, 15 de marzo de 2010

De toallas mojadas y tazas vacías

¿Soy el único que escucha la palabra "jeropa" en la canción Sex Machine de James Brown, o hay alguien más que comparta mi disfunción?
Tengo la teoría de que somos miles, quizá millones... sólo falta quien tire la primera piedra.

sábado, 13 de marzo de 2010

El ganar es un síntoma de jugar bien y no al revés

Hoy Jorgito se despertó tarde y faltó al curso de barman. "No pasa uan" dijo, "ya casi termina y no había usado ninguna de las dos faltas".
Se quedó dando vueltas en la cama, ya que ese día lo único que tenía que hacer era ir al curso y no había ido. El resto era puro tiempo libre.
Después de un rato se levantó, se recortó un poco la densa y poblada barba, y salió a caminar. Llegó a la peatonal y se colgó en una vidriera mirando unas zapatillas Nike que le encantaban. Había salido sin mucha plata, pero decidió que más tarde volvería y se las compraría, junto con la nueva camiseta de Argentina.
Cuando se le hizo el mediodía, entró a McDonald's y se pidió el combo agrandado del Big Mac. Aprovechó para sacar del morral el viejo tomo del Manifiesto Comunista que había pertenecido a su abuelo, y así entretenerse leyendo un rato.
Volvió a la casa con el sol apenas desviado hacia la cordillera. Prendió la notebook, y antes de que pasaran diez minutos ya estaba lanzando al aire mil improperios dirigidos a Bill Gates, por el funcionamiento del Windows Vista. "¡Cerdo capitalista!", vociferaba. "¡Bacilo alienante de nuestras almas y nuestras conductas". Al final, no pudo subir a Facebook las fotos de sus vacaciones en Uruguay.
Por estar injuriando toda la tarde a Microsoft, lo sorprendió la noche sin nada en la heladera. Fue hasta el Carrefour cercano, rogandolé a Dios que estuviera abierto, lo que, por suerte para él, se cumplió. Compró unas verduritas, un agua mineral, una Coca grande y unas Pringles. Ya en la caja, se rió para sus adentros del consumismo de una vieja que tenía el changuito lleno de desodorante de ambiente, aroma a campos de lavanda.
Terminó el día acostado, cansado de no hacer nada, enojado porque mientras comía se manchó con aceite el pantalón a rayas. Se puso una vincha para que no le tiren las rastas durante la noche y dejó puesto MTV en el televisor. Con los ojos entrecerrados, activó el sleep del aparato para poder dormirse.
¡Qué difícil es ir contra la corriente en estos tiempos!

martes, 9 de marzo de 2010

La Cocarde Tricolore

En los últimos días, a raíz del terremoto en Chile, he leído y oído todo tipo de cosas acerca de negarle ayuda al país trasandino porque estuvieron del lado de los ingleses en la Guerra de Malvinas. Incluso, grupos en feisbuc con nombres como "Tomatela chile que te ayuden los ingleses...", "No me alegro x el terremoto en chile, pero q le pidan ayuda a los INGLESES!" o "yo no me solidarizo con chile , que lo hagan los ingleses". ¿Qué es esto? ¿Estamos todos locos? ¿El patrioterismo se comió al mínimo sentido humanitarista que pudo haber quedado en nosotros?
Antes de seguir, vale aclarar que siempre fui el primero en hablar mal de los chilenos, como parte del folklore argentino. Incluso hice esta investigación de ficción, denunciando un complot de su parte contra nuestra soberanía. Aún hoy me siguen pareciendo ridículos los nombres de sus equipos de fútbol, sus vocablos propios y su acento. Y tampoco soy latinoamericanista. Sin embargo, por alguna razón, conservo un resto de sentimiento de deseo de que a los demás no les vaya mal, y esto se aplica aquí; no puedo querer que Chile se suma en la miseria después de lo que pasó.
Está muy presente la cuestión de que "ellos ayudaron a los ingleses". Yo aprendí que lo mejor es educar con el ejemplo. Si vas a la casa de alguien y te atiende mal, cuando va a tu casa no le pagás con la misma moneda. Lo atendés bien, para que vea qué es lo deseable, para mostrarle el camino. Porque si por un mal anfitrión todos vamos a tratar mal a nuestros invitados, se forma una bola de nieve inmensa que a corto plazo se vuelve imposible de detener. Volviendo a hoy, decimos: "Chile, te perdono (o no, queda en cada uno), sé que estás mal, te presto mi ayuda".
Además, la guerra fue un tema entre gobiernos, no entre pueblos. ¿Que Pinochet, Galtieri y Thatcher hayan sido la piel de Judas nos convierte a todos los chilenos, argentinos y británicos en lo mismo? No, las ovejas no tienen la culpa de los problemas del pastor.
Queda señalado lo inoportuno de este repentino patrioterismo, que no le hace bien a nadie y sólo fomenta viejos odios inútiles, que le dan la razón a aquellos que forjaron la nación en base a la otredad, y no a la identidad particular. Basta de esto; el patriotismo no consiste en el odio a los demás pueblos, sino en el amor al propio. Chilenos, aunque esto no les sirva de nada en lo concreto, yo sí me solidarizo con ustedes.

lunes, 8 de marzo de 2010

Olores que me gustan

Pasto recién cortado
Nafta
Marcadores
Barniz
Detergente, preferentemente de manzana
Sobrecito vacío de jugo en polvo
Libro nuevo
Fotocopias recién sacadas
Perfume de bebé
Pelo quemado
Mi propio sudor
Lápices nuevos
Ratisalil

viernes, 5 de marzo de 2010

La cultura es una mercancía paradójica

- Papá, ¿qué opinás del matrimonio gay?
- Ah, hijo, me parece bárbaro que se quieran, hay que dejar de ser tan conservador, los tiempos cambian... los apoyo totalmente.
- Qué bueno, porque hoy invité a cenar a Daniel, mi novio.
- Te mato.

martes, 2 de marzo de 2010

Me intimidan los albañiles


Salgo a caminar por mi agreste barrio
donde hay tanto por hacer.
Construcciones por todos lados
es lo que se puede ver.

Aunque el día esté soleado
aunque el cielo se vea nublado;
ellos sólo dejarán de trabajar
cuando empiece a lloviznar.

Alisan pisos, colocan puertas,
ponen techos, levantan paredes.
Mezclan cemento, llevan ladrillos,
pegan azulejos y compran cigarrillos.

Ocupan todo, desde el faro
hasta la punta del Parque Camet.
Comiendo asado, tomando vino
escuchando cumbia y chamamé.

Parecen saberlo todo
sobre la vida y sus aristas,
si ven pasar una buena mina
la chiflarán hasta perderla de vista.

Es real, yo no miento.
Los veo valientes andando en bici
luchando contra el viento.

Es real, no exagero;
aunque alguno de ellos se vaya
los demás no le sacan el cuero.

Aunque sean gente de códigos,
gente de bien.
Me producen algo malo,
me producen un no sé qué.

Pasar frente a ellos
siempre me da vergüenza
mucha mayor que la que tendría
teniendo enfrente a Paenza.

Los veo como un algo superior,
como un ente de avanzada;
Si están donde me tomo el bondi
camino hasta la otra parada.

Es real, no boludeo
me pongo colorado
cada vez que los veo.

Es real, es posta
ya se acaba esta bosta.

lunes, 1 de marzo de 2010

Subenestrujenbajen

Hoy me levanté tipo 7, porque cursaba temprano. Desayuné galletitas Diversión que quedaron de ayer, medio húmedas, y café.
Cuando salía, me crucé con Miguel, el portero, que andaba enojado porque un boludo vomitó en el ascensor y me planteó, medio en serio y medio en joda, la posibilidad de hacer un análisis de ADN para sacar quién había sido. Intenté calmarlo, pero estaba medio corto de tiempo así que partí.
Llegué a la facultad al mismo tiempo que el profesor. No podría precisar si la clase fue sobre logaritmos, sobre la dictadura de Aramburu o sobre sintetización de polipéptidos; cuando me quise acordar, estaba en casa friendo milanesas. Que se me pasaron un poco.
Tipo 3, pintó la siesta, porque necesitaba recargar la batería. Me desperté con los gritos guaraníes de la obra en construcción de al lado, que no me dejaron volver a dormir. Así que miré la repetición de Celtic - Sevilla, y todavía no entiendo de dónde viene el acento del Matador Kempes, lo que me hizo dedicarme a intentar deducirlo el resto de la tarde.
De repente me dio un antojo de Rocklets. Acá cerca hay un local que los vende sueltos, bajé y cuando pasé por la puerta de los chinos vi una pareja de enanos que me llamó la atención. O sea, era una parejita, el enano con la enana que estaban comprando fósforos y detergente; no sé de qué manera pensaban combinarlos. Igual, puedo hacerme una ligera idea.
Volví a casa con mis Rocklets (no sé qué me hago el capo con la bastardilla), cerré la puerta, colgué las llaves en el cosito puesto para la ocasión, saqué Quatro de la heladera, y me senté en el sillón a mirar Los Simpson.
Hacia el final de la dura jornada, me puse a pensar en lo pelotudo que me resulta que la gente publique en Internet lo que hizo durante el día. ¿A mí qué me importa lo que hacen?