jueves, 19 de diciembre de 2019

Cárcel

Aquel sol de abril apenas alcanzaba para entibiarme las mejillas. Mis palmas resecas por el frío buscaban refugio en los bolsillos sin mucho éxito, así que crucé Corrientes y entré a una librería. Un poco para pasar el tiempo, un poco para ver qué había y un poco porque sí.
Paseé entre las pilas de libros con la mirada perdida, metido en pensamientos intrascendentes.
Una voz caribeña me preguntó por la calle Paraná. Le indiqué, pero me quedé con la duda de por qué me preguntaba a mí, adentro de un local, cuando lo más común sería pedirle esa información a alguien que va caminando por la calle. Me gusta que en estas librerías nadie interrumpa estos meandros del pensamiento con un "¿Te puedo ayudar en algo?". Quiero entrar y divagar tranquilo.
Agarré al azar un libro, al mismo tiempo que una mano con uñas que ya habían perdido bastante de su esmalte negro. Cruzamos miradas.
– Me encanta Gramsci – dijo mientras sonreía y se le hacían los pocitos en los cachetes. Sus ojos color almendra resaltaban con el cuadrillé de su bufanda y parecían brillar con más intensidad.
– A mí también – mentí. Me sonaba de haber leído algo para la facultad, de apuntes fotocopiados de otros, pero no me acordaba de nada.
Pareció darle igual que yo hiciera agua en el tema Gramsci y siguió cálidamente la charla en medio del pasillo. Después de un rato de hablar, me preguntó:
– Tengo un rato largo hasta volver a cursar y está medio fresco, voy a tomar un café, ¿querés venir?
¿Quería ir? ¿Tenía ganas de salir con ella y que confirmara que no leí a Gramsci? Quizá no le molestara tanto eso. Pero sí vería que tenía enfrente a un bicho raro que va a las librerías de Corrientes a pensar y nunca compra nada.
¿Quería conocerla, vernos después, coger? ¿En su casa o en la mía? Por ahí vive medio lejos y es una paja volver. ¿Quería la ansiedad de esperar si se daba un segundo encuentro o si moría todo ahí?
¿Tenía ganas de pasar por todo eso? Quizá al final no me gusten tanto las mujeres.
Esa última reflexión abrió un nuevo e infinito abanico de preguntas. Necesitaba ir a otra librería a seguir pensando.
– No, gracias, hoy no puedo – le contesté de forma inexpresiva. – Ah, quedate vos con el libro.

miércoles, 4 de diciembre de 2019

Una incomodidad horrible

Muy de vez en cuando, por no decir casi todos los días, se me viene a la mente algún jugador de fútbol de mi infancia o de mi adolescencia. No sé si soy el único al que le pasa. Se me aparecen en la cabeza, los recuerdo, me preguntó qué será de sus vidas.
Nunca entendí por qué, pero uno de los más frecuentes es Rubens Sambueza, aquel mediocampista de River. Quizá me llamó la atención en su momento su nombre de pila o, tal vez, mi mente lo asocia con otros recuerdos y por eso aparece tanto. No tengo idea. Pero cada tanto lo googleo para ver en qué anda, dónde está jugando, si le está yendo bien.
Hace poco, mientras leía sobre su presente, mi ego me preguntó: ¿Alguien hará esto con vos? ¿Alguien se acordará súbitamente de ese pibe que decía pelotudeces en el colegio, que escribía pelotudeces en internet, que hacía pelotudeces en el club? ¿Me googlearán o me stalkearán para ver en qué ando? ¿Qué pensarán de que uso neologismos cuando escribo?
¿Vos? ¿Creés que alguien te recuerde así espontáneamente? ¿Por qué?