jueves, 29 de noviembre de 2018

Orguyo

- Si la extrañás tanto, ¿por qué no le escribís?
- No, ¿cómo le voy a escribir yo? Si me cortó ella... quedo como un pesado, un denso, un chabón que no entendió que no quiere estar más conmigo.
- No sé bien cómo funciona, pero a lo mejor espera una reacción tuya. Si vos te quedás en el molde, de alguna forma es como que le confirmás su decisión.
- ¿Y qué le digo? ¿"Hoy escuché esa canción que me hizo acordar a vos"? ¿"Me tomé el 39 y se me vino a la cabeza esa vez cuando..."? ¿"Te extraño"? No hay forma de escribirle sin sentirme un gil.
- Mmmmm bueno no sé si ser tan empalagoso de una o apelar a la memoria emotiva... podés probar con un "¿cómo estás?", iniciar una conversación.
- Si fuera como en las películas, zarpado. Le escribo eso, arrancamos a hablar, se da cuenta de que en realidad me quiere, me dice de estar juntos de nuevo, me hago el difícil por cinco minutos y volvemos a como estábamos antes. Pero me va a clavar el visto o me va a contestar con algún emoji como para dar por cerrada la conversación y listo. No voy a abrirle mi corazón de nuevo para que lo pisotee.
- Ja, ja, tanto amor por el drama... para mí no perdés nada. No flashes tanta historia. Arrancá con un "Hola" y vas viendo.
- No. Posta. Si quiere algo, que escriba ella.



- Amiga, no sé si hice bien en dejarlo.
- ¿Por qué dudás ahora? Decías que no estabas segura de si lo querías, que no querías tenerlo ahí enganchado si vos no sabías qué hacer... ¿no será simplemente culpa?
- Sí, pensé que quizá fuera culpa pero no sé. Sigo sin estar segura pero también me doy cuenta que lo extraño. Será por algo, ¿no? Las charlas, cómo me abrazaba, tomar mate en el balcón...
- Bueno, entonces escribile.
- Ay no, va a pensar que soy una loca que lo deja, le escribe de nuevo...
- Bueno si te sentís así a lo mejor dejarlo fue un error. La gente se equivoca, no está mal que lo reconozcas. Mandale un "Hola cómo estás" para romper el hielo y fijate qué onda.
- ¡No! Aparte, ¿qué le pongo? "Hola, soy la chiflada que te dejó la semana pasada porque no sabía qué quería, resulta que ahora te quiero pero andá a saber qué vaya a pasar la semana que viene". De verdad lo extraño pero no sé. Me da vergüenza. Seguro que en estos días me escribe así medio casual, ahí aprovecho para seguirle la conversación y vemos para dónde vamos.
- Esto no es una comedia romántica, es la vida real. Si lo querés ver, si lo extrañás, es mucho más fácil: se lo hacés saber y listo.
- No. Posta. Si quiere algo, que escriba él.

lunes, 26 de noviembre de 2018

Hace diez años que ella ya no está. Él sigue usando su almohada, temeroso de olvidarse de la fragancia de su pelo. Pero, después de todo este tiempo, el olor de la almohada es más de él que de ella. Él nunca se dio cuenta, quizá porque al final sí la olvidó.

jueves, 22 de noviembre de 2018

Humo

Tomó el cigarrillo delicadamente, ejerciendo una suave presión sobre el filtro con la punta de los dedos índice y pulgar de la mano derecha. Lo retiró del paquete sin resistencia, como Arturo sacó la espada de la piedra. El siguiente paso para él fue darle dos golpes secos contra la palma de la mano, tal como le había enseñado su primo mayor la primera vez que fumó, hacía más de veinte años.

¿Cuántos cigarrillos habrían pasado por su boca desde entonces? No importaba. Ahora, todo lo que le interesaba era ese.

Su lengua humedeció pausadamente sus labios un segundo antes de que capturara al cigarrillo entre ellos. Allí lo sostuvo mientras agitaba la cajita de fósforos para intentar adivinar, gracias al ruido, cuántos había. Pensó en un número.

Abrió la caja y vio que había acertado: quedaba uno. Su cara ejecutó una mueca que fue lo más parecido a una sonrisa que había hecho en el último tiempo. Raspó el fósforo contra el papel rugoso de la cajita y se detuvo unos segundos a contemplar la pequeña llama, antes de acercarla a su cara y prender el cigarrillo mientras le daba las primeras pitadas. Paladeó cada molécula de humo antes de tragarlo mientras echaba su cabeza hacia atrás.

Se recostó en la pared con los brazos colgando a su lado mientras sostenía el cigarrillo entre el índice y el mayor de su mano derecha. Miró hacia la nada unos segundos: diez, veinte, treinta. Volvió a llevarse el tabaco a la boca y le propinó una firme y profunda inhalación, mientras podía sentir el humo acariciar su lengua y bajar por la faringe rumbo a los pulmones.

No sintió ningún apuro en exhalar. Dejó que fuera el propio humo el que decidiera cuándo hacerse camino de regreso y volver al exterior.

Pitó de nuevo, esta vez de forma más corta, mientras sentía cómo el alquitrán bailaba con sus papilas gustativas. Dejó salir el humo por la nariz, única gracia que sabía hacer tras intentar durante muchos años, sin éxito, exhalarlo en forma de aros. Luego, echó las cenizas al suelo de manera desordenada. No había cenicero ni nada parecido.

Se cruzó de brazos mirando al piso, mientras el humo de esa pequeña chimenea en su mano se colaba entre el oxígeno que respiraba. Decidió dar las dos últimas pitadas. Largas, en cámara lenta, con la calma y la parsimonia de un artesano. Cada célula de su cuerpo estaba dedicada a disfrutar el sabor, el olor y el tacto de aquella humareda candente ingresando a su sistema.

Expulsó todo el humo que le quedaba y arrojó la colilla al suelo en un movimiento despreocupado. Recién entonces reparó en el uniformado que lo había estado observando mientras fumaba.

- Espero hayas disfrutado tu último cigarro, hijo - le dijo el alguacil, al tiempo que le colocaba los grilletes para llevarlo a la sala de ejecuciones.

jueves, 8 de noviembre de 2018

Caída en desgracia en Springfield

La reciente noticia sobre la remoción del personaje de Apu de Los Simpson causó una relativa conmoción. Pero, con una mano en el corazón: ¿a cuántos de nosotros nos afecta? ¿quién sigue mirando capítulos nuevos? ¿no persistimos todos en ver una y otra vez los capítulos "de siempre"? Hace años que el programa es una porquería. A partir de la décima séptima temporada el doblaje latino perdió calidad. Esto coincide con un declive en los guiones, con personajes poco atractivos como Rafa que ganaron más protagonismo y la transformación de Homero en un total imbécil sin gracia.

Ahora, la pregunta es: ¿en qué temporada comienza la debacle?

Me tomé el trabajo de graficarlo en una hoja de Excel. Las columnas son las temporadas y las filas son los capítulos de cada una. Simplemente marqué en rojo los episodios que, con total arbitrio, consideré "malos". ¿A qué me refiero con malos? Son aquellos que, si los encontrase en la tele mientras hago zapping, no miraría. Es decir que las celdas en blanco representan a capítulos tanto aceptables y buenos como mucho muy buenos y excelentes. No hice distinción en eso. Hay algunas que están en gris: es porque ciertas temporadas tienen menos episodios que las demás, así que esas no cuentan.

Aquí el gráfico:




Como vemos, hasta la undécima temporada sólo hay entre uno y tres capítulos en rojo. Incluso hay una temporada sin episodios "malos", la décima. Ojo, no quiere decir que esta sea la mejor temporada en cuanto a que tiene los mejores capítulos; solamente implica que no tiene capítulos que no miraría.

En la duodécima, el número de rojos aumenta a cuatro. Y la décima tercera ya tiene más malos que no malos. A partir de ahí, todo se vuelve horrible y tuve que parar en la décima séptima, porque estaba horrorizado con tantos capítulos de los que pasaría de largo. Pero con eso quedó clara la tendencia en alza del rojo y cómo el color se va apoderando del gráfico.

Este ¿análisis? no busca determinar cuál es la mejor temporada. Si me apuran, diría que los mejores capítulos están entre la quinta y la novena, con grandes especímenes como el del casino de Burns, el de la Venus de Milo de jalea o el de Nueva York, sólo por nombrar algunos. Creo que me quedo con la quinta.

Pero volvamos al interrogante disparador. Luego de este recorrido, podemos decir que en la temporada número trece, estrenada en América Latina allá por 2002, todo comenzó a irse al diablo, como envuelto en una alfombra y lanzado a un barranco. Después de eso, el derrumbe ya fue imposible de frenar.

Por lo tanto, el hecho de que Apu se vaya o se quede, a esta altura, nos tiene sin cuidado. Gracias, vuelvan prontos.

lunes, 5 de noviembre de 2018

Como si nada, entró al subte ese grupito de cinco, todos disfrazados. Alf, Superman, Bob Esponja, el Genio de Aladdín y Pikachu. Empezaron a interactuar entre ellos a los gritos y armaron una escena absurda en aquel viaje de media tarde.

Él estaba apoyado contra una de las puertas del lado del que no se abren, mirando la situación de cerca. Primero, con un poco de sorpresa, hasta que el esfuerzo por contener la risa le impuso una mueca rarísima, con los labios formando una especie de letra S acostada. Instintivamente necesitó no sentirse solo antes de largar la carcajada y buscó con la mirada un cómplice para poder reírse juntos.

Repasó a los pasajeros cercanos. El tipo de barba iba concentrado en su libro. La mina de campera roja estaba protegida del mundo por sus auriculares. La vieja sólo estaba preocupada por abrazar a su cartera.

Hasta que la vio y se cruzaron sus miradas.

Ella tenía la misma mueca de carcajada reprimida pero sus ojos ya se estaban riendo. Por una razón que él no podía explicar, la complicidad que sintió en esa mirada le dio la sensación de que se conocían desde siempre.

Tanto, que empezó a recordar cosas que aún no habían sucedido.

Pensó en esa noche de verano que pasaron tirados en el piso de la terraza a pura risa y estrellas. Recordó aquel viaje a España, donde vieron el atardecer en el mar en Finisterre.

Se rieron juntos de ese grupo de disfrazados en el subte y ella se quedó mirándolo con una sonrisa.

Ese gesto le trajo a la cabeza más cosas que todavía no habían vivido, como el día en que ella se recibió y festejaron bajo la lluvia. O los sánguches que comían en el puestito de aquella plaza y él siempre se olvidaba de pedir el suyo sin tomate. Las peleas que terminaban en abrazos.

Alf y Bob esponja se pusieron a cantar. Ella empezó a imitarlos haciendo la mímica, mientras no dejaba de sonreírle con ese brillo en los ojos.

Él recordó ahí el día en que adoptaron a Pipo, hermoso ejemplar de raza puro perro. Y cómo ella se aguantaba esas películas aburridísimas que le gustaban a él sólo por hacerle el aguante. También aparecieron en su cabeza aquellas tardes echados en el sillón, con ella leyendo con la cabeza apoyada en su regazo y él acariciando sus cabellos.

El subte se detuvo y las puertas se abrieron. Sin dejar de sonreír, ella le dedicó una última mirada y se bajó.