martes, 16 de junio de 2020

Todo ello cantando a ritmo de rap

Hace unos años, tenía una compañera de trabajo alta, de nariz redonda y ojos muy claros que se llamaba Daniela. No sé mucho más de ella porque si bien compartíamos piso, estábamos en sectores distintos. Alguna vez cruzamos un saludo de ascensor pero jamás hablamos.
Sin embargo, un día, de la nada, me imaginé que tendría una pésima relación con su padre. Un vínculo tenso, en el que ella sentía que nunca cumplía los estándares que él fijaba y lo decepcionaba continuamente. Veía a Daniela triste en un festejo de cumpleaños, llorando porque había hecho una torta para su papá y a él no le había gustado. La imaginaba dedicando sesiones enteras de terapia a este episodio y hundida cada vez más en su frustración por no poder complacer a ese tipo al que mi mente bautizó como Claudio.
Todo esto lo inventó mi cabeza, sin ningún elemento de la vida real que pudiese dispararlo. Simplemente me gusta inventar historias sobre la gente que conozco y también sobre la que no, por ejemplo en el transporte público.
Es muy probable que a vos, que estás leyendo esto, la primera vez que nos vimos te inventé una historia. No todas son tan bajoneras como la que le tocó a Daniela, eh. En algunas, mi fantasía convierte a alguien en un atleta juvenil que ganaba todas las medallas o en una viajera que vivió aventuras geniales alrededor del mundo.
¿Y vos? ¿De qué episodio imaginario me hiciste protagonista?

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