domingo, 6 de diciembre de 2009

No se puede encontrar el servidor

Facundo llegó a su casa ese mediodía y antes de comer, se sentó frente a la computadora. Abrió su Facebook para ver si alguno de sus 1742 amigos lo invitaba a alguna fiesta para el fin de semana. Tenía para elegir entre varios festejos de cumpleaños, así que decidió pasar un rato por cada uno. Aceptó diez o quince nuevas solicitudes de amigos y fue a hacerse la comida, ya que su mamá llegaba muy tarde a casa luego de una larga jornada en la oficina.
Se acordó que hacía mucho no hablaba con su papá, quien estaba separado de su madre hacía un par de años y se había mudado a otra ciudad. Después de comer le mandó un e-mail preguntándole cómo andaba.
Pasó esa tarde sin hacer demasiado, charlando de cualquier cosa con desconocidos vía chat. No se llevaba muy bien con sus compañeros de colegio; no le importaba, gracias a internet conocía gente de todas las escuelas, que le firmaban el Fotolog y el muro del Facebook riéndose de sus ocurrencias y comentando la fiesta de la noche anterior.
Cuando llegó su mamá, le dijo que no cenería en casa porque se iba a reunir con unos chicos a festejar que Hernán, uno de ellos, había aprobado una materia que tenía previa. Volvió de la casa de Herán un ratito antes del amanecer, con el tiempo justo para lavarse los dientes, vestirse y tomarse el colectivo para ir al colegio. Ya habría tiempo de desayunar más adelante.
Cuando se montó al ómnibus se sentó atrás de todo, con la idea de dormir un rato. Pero justo en la parada siguiente vio subir al colectivo a una amiga de otro colegio, que le dio charla todo el viaje y no lo dejó ni juntar los párpados.
Al regresar del colegio, cansado, revisó los mensajes en el contestador automático, y había uno de su tía. Lo oyó sin prestar demasiada atención al principio, pero las palabras lo dejaron helado. El llamado era para avisar que su papá había tenido un accidente en el auto, y que estaba internado en estado de gravedad.
Facundo no quiso avisarle a su mamá para no preocuparla, pero de inmediato se tomó un colectivo hasta la ciudad donde su padre vivía, para ver cómo estaba. Durante el recorrido no pudo evitar sentirse culpable por el tiempo que hacía que no hablaba con él, que no lo veía, que no compartían un momento por simple que fuera.
La hora y media de viaje que separaba ambas ciudades se hizo transcurrió lenta, insoportable. Y cuando llegó al sanatorio, el mundo se derrumbó: a los 17 años se había quedado sin papá.
Las siguientes fueron semanas difíciles para Facundo. Ahora nada más le quedaba su mamá, a quien veía sólo en la cena, y no tenía a nadie más con quien compartir su dolor. De la gran cantidad de contactos que tenía en el Messenger, ninguno se prestaba para oírlo, ni siquiera para leerlo. Se detuvo un momento a pensar quién era su mejor amigo, para ir y desahogarse con él; no tardó mucho en darse cuenta que no tenía. No amigos, sólo conocidos.
Cuando se cumplió un mes de la muerte de su padre, Facundo se sentó frente a la computadora. Abrió su Facebook para ver si alguno de sus 1800 "amigos" lo invitaba a alguna fiesta para el fin de semana. Tal vez así se despejaría un rato.

2 comentarios:

  1. sos un coctel de diego mancusi y algun escritor argentino que no recuerdo.

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  2. Me gusta mucho tu blog !

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