martes, 12 de enero de 2010

La peor desilusión

Todo comenzó aquella noche en que abrí la caja de Zucaritas. Junto al nutritivo y grrrrrrriquísimo cereal del Tigre Tony, encontré una entrada gratis para ir a una charla abierta en el Microestadio de Argentinos Juniors a cargo del Pastor Abel. "¡Una entrada gratis para ir a una charla abierta en el Microestadio de Argentinos Juniors a cargo del Pastor Abel!" pensé en voz alta. "Hijos de puta, podrían haber puesto dos".

Pero luego, analizandoló mejor, no creí que fuera a encontrar a nadie que me acompañase a la charla, así que decidí embarcarme solo a la aventura. Otro problema: no tenía ni idea sobre qué era la charla ni qué día ni a qué hora era, tal la desinformación que pretenden instaurar las grandes compañías de cereales estadounidenses. De todas formas no es nada que el viejo y querido Google no pueda solucionar. Entré a la página del Pastor Abel, donde tras conocer un poco de su vida y obra y ver las fotos participando en frondosas orgías con miembros de la farándula y la política al fin encontré datos sobre la famosa charla. Era al día siguiente a las 8 de la noche, por lo que tenía cerca de veinte horas para lavarme los dientes, jugar un par de partidos de Play, dirigirme hacia allá, sacarme una foto con el Colorado Mac Allister y asistir a la charla del pastor. Respecto del tema, no decía absolutamente nada.

Agarré la mochila que usaba en el colegio, le saqué del fondo un pebete que quedó del último día de clases juntando hongos (incluso le había empezado a crecer un sauce) y le puse la cámara de fotos, una remera de Los Ramones firmada por Ringo Bonavena, una bufanda por si hacía frío y mi DNI que además es mi amuleto de la suerte, entonces hago 2 x 1 y no ocupo tanto lugar.

Ahora, ¿cómo haría para encontrar un medio de transporte a la una de la mañana de un martes? (en realidad ya era miércoles, pero no me rompan las pelotas, constituye la noche del martes aún). Salí a la calle armado tan solo con mi mochila y mi entrada gratis empezando a hacer dedo desde la puerta de casa. Se me acalambró el codo de tanto mover el brazo justo cuando estaba llegando a Chascomús después de interminables horas de caminata. Decidí sentarme en el pasto a descansar, cuando justo paró un Renault 4 con tres metaleros que tenían que cambiar una cubierta. Siendo árbitro de rugby poseo grandes conocimientos del tema, entonces me ofrecí a ayudarlos con eso a cambio de que me llevaran a la capital de nuestro país, a lo cual aceptaron encantados.

Lo siguiente que recuerdo es estar, con mucha dificultad, como recién bajado del caballo, caminando en círculos por la calle Berlín en Parque Chas, tal vez esperando cruzarme con Luisana Lopilato que sé que vive por ahí. Por suerte aún tenía mi mochila y mi entrada, era lo único que no me habían ultrajado. Miré el reloj y me quedaba poco tiempo, busqué a alguien para preguntarle por mi lugar de destino pero no había nadie en las calles. Lo primero que pensé fue "uh qué loco, no hay nadie porque va todo el mundo a la charla". Pero qué pelotudo, eh.

Comencé a caminar sin rumbo y de repente pasó un 111 ramal "A". Le pregunté al chofer "¿Me dejás en el Microestadio de Argentinos Juniors? Voy a la charla del Pastor Abel", y dulcemente me contestó que le importaba un carajo a dónde iba, pero que sí, me dejaba a pocas cuadras. Inocentemente pagué 1.40 y cinco minutos más tarde me estaba bajando ahí nomás de mi destino. Decidí encarar directo para la charla, ya tendría tiempo luego para mi foto con el Colorado Mac Allister.

Faltaba una cuadra para llegar cuando vislumbré el quilombo que era la entrada, miles y miles de personas agalopadas tratando de pasar; es evidente que este Pastor tiene mucha convocatoria, o Zucaritas está haciendo récord de ventas. La cosa es que intentando colarme recibí un cadenazo en un tobillo, me partieron un plato en la cabeza y un pajarito me hizo caca en un hombro, pero cuando estaba en el suelo retorciendomé de dolor vi entre la multitud el rostro de Ernesto, mi viejo compañerito de jardín. Inesperadamente me reconoció y me invitó a colarme delante de él, estaba en una posición inmejorable y tras unos minutitos de espera pudimos entrar al Microestadio.

Nos sentamos, y aguardamos un largo rato. De repente, una voz celestial anunció la llegada del Pastor Abel, luces de todos los colores, humo de todos los olores, música de todos los sonidos. Tras una lluvia de fuegos artificiales, apareció el famoso personaje. Nos bendijo, pasó la gorra un par de veces, nos recomendó que comiéramos muchos cereales, pasó la gorra otra vez y nos explicó de qué se trataba todo esto. Dijo que el tema de la charla sería elegido al azar, sólo debíamos anotar algo de lo que quisiéramos hablar en el papelito que nos dieron a la entrada y ponerlo en el sombrero mágico. Su secretaria, una rubia tetona que la veías y te caías de la silla, sacaría el papel con el tema ganador. Ahí entendí para qué era ese papel amarillo que me dio el patova de la puerta después de palparme, papel que usé para hacer un avioncito mientras esperaba al Pastor, así liberaba tensiones.

Luego de una gran expectativa, sacaron el papel con el tema elegido, que decía "Grandes desilusiones". Ahí fue cuando se armó un gran debate, grande pero hermoso y caballeresco: se respetaba a rajatabla el turno del otro, cada uno tenía su espacio, y las descalificaciones a opiniones ajenas o los comentarios por lo bajo eran sancionados con la exclusión del lugar. Cada uno contaba con un micrófono, y una lucecita roja indicaba quién era el que tenía la palabra. El Pastor Abel actuaba como moderador, y cada tanto opinaba sobre alguna cuestión particular, daba su bendición, toqueteaba a la secretaria o nos convidaba algún producto nuevo de Kellogg's. Ah, y pasaba la gorra, obvio.


Así, cada uno contaba acerca de sus grandes desilusiones, tratando de arribar grupalmente a saber cuál es la peor desilusión del mundo. Empezaron los primeros a hablar de sus desengaños amorosos. Después, de las películas que prometen mucho y terminan siendo una cagada. Se habló también de jugadores que llegan a un equipo tras una transferencia millonaria y después no hacen nada, de trabajos que uno imagina geniales y al mes ya se quiere ir a la mierda, de recitales por los que uno paga una fortuna y son una garcha. Hubo quien mencionó a desilusiones con políticos, con autos, con el sabor de los chicles. Luego, empezaron las cosas más interesantes: fuimos varios los que compartimos anécdotas sobre mujeres que creíamos firmemente que eran mujeres, y en el momento cúlmine nos llevábamos una gran desilusión, que más que desilusión termina siendo un hecho muuuy desagradable.

Era una charla amena, donde tras un par de horas ya habíamos roto un poquito el esquema. Ya se permitía un poco más hablar por encima de otro, comentar algo con el de al lado, pedirle el teléfono a la secretaria. En el medio habíamos intercambiado varios mails, prometiendo no cortarlo al salir y volvernos a juntar, y también pedimos varias pizzas para ir picando algo. Pero el tema, el tema de La Peor Desilusión del Mundo seguía inconcluso, casi todos habían dado su punto de vista pero luego de horas y horas seguíamos sin poder arribar a una decisión unánime. Y yo que ni le había avisado a mi vieja a dónde me había ido.

De repente, todos se callaron para mirar a un joven que pidió la palabra. No lo tenía muy registrado, creo que no había dicho nada hasta ese momento. Parecía tener no más de 20 años, pero de sus ojos emanaba una gran sabiduría forjada con esfuerzo y tal vez, con desilusiones. Su tono de voz suave y su hablar pausado daban cierta paz a quienes escuchábamos con atención, pensando que si no había dicho nada hasta ahora, seguro era porque se estaba guardando algo re groso (ojo: muchos temieron sufrir una desilusión en este punto). Los segundos pasaban lentamente y aún parecía estar pensando cómo armar su frase. Tomó aire una vez más, y dijo firmemente "La peor desilusión del mundo... la peor desilusión del mundo ocurría en nuestra niñez, cuando nos comprábamos un Huevo Kinder y nos tocaba un rompecabezas".

Ante esas palabras, nos pusimos todos de pie para aplaudir, mientras recibíamos una nueva bendición del Pastor y dábamos por terminada la charla.

1 comentario:

  1. Brother Apu26/1/10, 16:36

    Genial, mi querido ave!!!
    Tus lineas me conmovieron hasta las mas fina de mis fibras dietarias...

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