Me tienen los huevos al plato David Bisbal y Shakira con sus canciones del Mundial.
Tal vez porque fue el primer campeonato que disfruté, tal vez porque era chiquito, tal vez porque pasó ya un tiempo, pero me pareció mucho mejor La Copa de la Vida, de Francia '98.
Ah, y ni hablar de Italia '90. Ni hablar.
lunes, 31 de mayo de 2010
viernes, 28 de mayo de 2010
The Cafe Terrace on the Place du Forum

Estaba en el tren cuando cayó, como siempre, un vendedor ambulante, esta vez ofreciendo carpetas de tres solapas para el estudiante, el oficinista, el escolar o cualquier persona que tuviera papeles para guardar. "¡Eso es marketing!", pensé, un producto que le sirve a cualquiera y "que nunca está de más".
Pero lo que me llamó la atención fue el parecido de este tipo con Joaquín Galán, el cantante de Pimpinela.
Así, llevado por las interconexiones de las intrincadas tuberías de la pelotudez, me puse a pensar en la canción Una estúpida más, donde parece que él era un jodido que cagaba a la mujer con otra mina, a quien le decía que se iba a separar y se iban a ir juntos a veranear a Las Toninas, pero al final no se anima y deja a la amante en Pampa y la vía.
Entonces uno piensa, ¿con esa cara de gilastrún andaba haciendo esas tramoyas por la vida? ¿cuando estaba destinado por la estética de la naturaleza a ser ferretero, o panadero? Lo que pasa, claro, es que esos a la larga son los más vivos. Vieja ley.
Moraleja: cuidado chicas, los que tienen cara de boludo son los peores.
miércoles, 26 de mayo de 2010
sábado, 22 de mayo de 2010
Cosechala y juntala en pala
Luego de estar unos años afuera, vuelvo para pasar las fiestas en familia.
El taxista que me trae del aeropuerto me habla de la última novela de Scott Turow. Cansado, apenas escucho lo que me dice.
Miro somnoliento la ventana. Las plazas están repletas de personas leyendo.
Puedo ver en los bares libros sobre todas las mesas, y basta que avancemos unas cuadras para que la vidriera de alguna librería aparezca frente a nosotros.
Me incorporo, bajo la ventanilla para que el aire fresco termine de despertarme.
Al detenernos en un semáforo una señora que cruza la calle, llevando las bolsas del supermercado, le dice a su amiga: 'No, no... en Cortázar la fuerza de la lectura es centrípeta, mientras que en Borges es una lectura centrífuga que te impulsa hacia un saber enciclopédico' .
No logro entender lo que sucede. Donde mire hay alguien con un libro en la mano.
Me bajo del taxi. En la puerta de casa me están esperando.
Suponía que me abrazarían, pero no. Estaban esperando subir al taxi que yo dejaba para ir al ballet y a la ópera.
Mi vecino se me acerca y me entrega un folleto de una exposición de pintura y su hija me invita para el dia siguiente a una obra de teatro en el cine del barrio.
Antes de soltar las valijas pregunto qué es lo que está pasando.
-Ah... claro, no sabés nada.
- Fue hace 6 meses...
- ... murió Tinelli.
http://www.fahce.unlp.edu.ar/academica/Areas/letras/Novedades/noticia.2009-12-09.1458680646
El taxista que me trae del aeropuerto me habla de la última novela de Scott Turow. Cansado, apenas escucho lo que me dice.
Miro somnoliento la ventana. Las plazas están repletas de personas leyendo.
Puedo ver en los bares libros sobre todas las mesas, y basta que avancemos unas cuadras para que la vidriera de alguna librería aparezca frente a nosotros.
Me incorporo, bajo la ventanilla para que el aire fresco termine de despertarme.
Al detenernos en un semáforo una señora que cruza la calle, llevando las bolsas del supermercado, le dice a su amiga: 'No, no... en Cortázar la fuerza de la lectura es centrípeta, mientras que en Borges es una lectura centrífuga que te impulsa hacia un saber enciclopédico' .
No logro entender lo que sucede. Donde mire hay alguien con un libro en la mano.
Me bajo del taxi. En la puerta de casa me están esperando.
Suponía que me abrazarían, pero no. Estaban esperando subir al taxi que yo dejaba para ir al ballet y a la ópera.
Mi vecino se me acerca y me entrega un folleto de una exposición de pintura y su hija me invita para el dia siguiente a una obra de teatro en el cine del barrio.
Antes de soltar las valijas pregunto qué es lo que está pasando.
-Ah... claro, no sabés nada.
- Fue hace 6 meses...
- ... murió Tinelli.
http://www.fahce.unlp.edu.ar/academica/Areas/letras/Novedades/noticia.2009-12-09.1458680646
viernes, 21 de mayo de 2010
martes, 18 de mayo de 2010
Yerba no hay

Quien lea todo esto en voz alta, de corrido y sin respirar, se convertirá en el Rey de Inglaterra. Desde cierto punto de vista, es más fácil que sacar la Excalibur de la piedra.
viernes, 14 de mayo de 2010
Chuf
Resulta que estaban dos norteamericanos vacacionando en México. Después de cinco días en el DF ya estaban emboladísimos, habían visto todo y estaban re podridos de la contaminación y de que levantás una baldosa y salen diez mexicanos. Entonces se quedaban en el hotel, tirados en el sillón, jugando al culo sucio y comiendo tacos.
Entonces, uno de ellos (llamemoslé "Christopher"), se asomó por la ventana con su mejor cara de naipe y vio un pasacalles que le llamó frondosamente la atención: "Gran fiesta del Chuf. Miércoles 18 horas en Plaza Hidalgo".
- ¿Hoy es miércoles, Ernest?
- Ni idea.
Ah, los yanquis son así. Le preguntaron al conserje y resulta que sí, que ese día era miércoles. Entonces decidieron ir a la Gran fiesta del Chuf. Era preferible antes que seguir tirados en el sillón gastandolé el oxígeno a otros turistas que sí querían recorrer la otrora gran capital azteca.
Antes de llegar observaron una inmensa multitud colmando la plaza, desde los típicos mariachis hasta gente de traje; incluso vieron un astronauta. Todos gritando desaforadamente, alzando sus manos al cielo como en un ritual pagano de principios de nuestra era. En medio de la plaza, se alzaba imponente un escenario lleno de luces, con un coro danzante de muchachitas vestidas de sirenas que rodeaban a un personaje, manteniendoló oculto.
Tras una explosión de fuegos artificiales detrás del escenario, las sirenitas abrieron su ronda y dejaron ver a un hombre moreno, de barba oscura, vestido con un traje impecablemente blanco, que empuñaba un micrófono. Se dirigió a la multitud:
- ¿Quieren chuf?
- ¡Queremos chuf, queremos chuf, queremos chuf! - gritaba la desaforada muchedumbre, golpeando las palmas.
- Bueno, voy a necesitar que me traigan el balde dorado del Rey Carlos.
Entonces, en medio de la enorme masa de gente se conformó un grupo de alrededor de treinta personas, entre ellos los dos norteamericanos, que serían los encargados de responder a la petición del hombre del traje blanco.
Juntos, subieron la montaña, bajaron la montaña; subieron la sierra, bajaron la sierra; subieron al barco, cruzaron el río, bajaron del barco; subieron al avión, bajaron del avión; subieron al helicóptero, bajaron del helicóptero.
Entraron al templo del Rey Carlos y vieron que su balde dorado estaba sobre un pedestal, bajo ese tenue rayo de luz que lo iluminaba tipo Indiana Jones y los cazadores del Arca Perdida. Simplemente tomaron el balde y se lo llevaron.
Subieron al helicóptero, bajaron del helicóptero; subieron al avión, bajaron del avión; subieron al barco, cruzaron el río, bajaron del barco; subieron la sierra, bajaron la sierra; subieron la montaña, bajaron la montaña.
- Señor, aquí le traemos el balde.
- ¡Oh sí, el balde dorado del Rey Carlos! - vociferó el barbudo, mientras lo levantaba sobre su cabeza y señalaba con su pubis a la multitud. Ésta vitoreaba fuertemente, saltando al compás de sus furiosos cánticos:
- ¡Queremos chuf, queremos chuf, queremos chuf!
- Entonces, necesito.. ¡lava del volcán Turrialba!
Mientras una banda comenzaba a tocar y a volver loca a la gente presente, la comisión que le llevaba las cosas al tipo de blanco partió nuevamente a la aventura.
Subieron la montaña, bajaron la montaña; subieron la sierra, bajaron la sierra; subieron al barco, cruzaron el río, bajaron del barco; subieron al avión, bajaron del avión; subieron al helicóptero, bajaron del helicóptero.
Christopher se asomó al cráter del volcán; hacía un calor de putas madres. ¿Cómo harían para conseguir la lava? Afortunadamente uno de los personajes del grupo había sido medallista olímpico de Hacer cadenas humanas y sacar lava de un volcán activo en un vasito de telgopor. Así que se pusieron todos en fila, cada uno se tomó de los pies del que tenía adelante y se arrojaron al cráter, sostenidos por una soga atada a los pies del último de la hilera. Ernest había quedado abajo de todo, por lo que fue el responsable de llenar de lava un vasito de telgopor, tipo los de café. Cumplida la misión, emprendieron el regreso.
Subieron al helicóptero, bajaron del helicóptero; subieron al avión, bajaron del avión; subieron al barco, cruzaron el río, bajaron del barco; subieron la sierra, bajaron la sierra; subieron la montaña, bajaron la montaña.
- ¡Señor de traje blanco, fue arduo y duro, pero conseguimos la lava!
- ¡La lava del volcán Turrialba! - gritó el animador.
La venta de cerveza entre la muchedumbre había vuelto todo más festivo. Todos saltaban, revoleaban sus remeras, las damas hacían topless sin reparo alguno y los punguistas se hacían el año. Por suerte, para documentar todo estaba Facundo Pastor, quien se encontraba haciendo un informe sobre los robos en la Fiesta del Chuf.
- ¿Quieren chuf? - preguntaba, tendencioso, el barbudo.
- ¡Queremos chuf, queremos chuf, queremos chuf!
- Si quieren chuf, me tendrán que traer un poco de hielo de la Antártida.
Hacia el continente blanco partió la comisión: subieron la montaña, bajaron la montaña; subieron la sierra, bajaron la sierra; subieron al barco, cruzaron el río, bajaron del barco; subieron al avión, bajaron del avión; subieron al helicóptero, bajaron del helicóptero.
Al llegar, se preguntaron para qué habían ido treinta personas a buscar un poco de hielo. También se preguntaron por qué no le llevaban cubitos del freezer y listo, total qué se iba a dar cuenta el chabón de blanco, cuya única misión en la vida parecía ser la de incitar a la gente al descontrol. ¿Qué intenciones ocultas tendrá ese barbudo? ¿Sería un terrorista musulmán? ¿Qué onda eso del chuf? ¿Lady Di estaba embarazada cuando se murió?
Cuando se dieron cuenta, ya estaban de vuelta con el hielo antártico en una práctica heladerita como para llevar de camping.
Subieron al helicóptero, bajaron del helicóptero; subieron al avión, bajaron del avión; subieron al barco, cruzaron el río, bajaron del barco; subieron la sierra, bajaron la sierra; subieron la montaña, bajaron la montaña.
Le entregaron el trozo de hielo al tipo de blanco, mientras la multitud seguía enfervorizada.
- ¡Queremos chuf, queremos chuf, queremos chuf!
- Habrá chuf señores, habrá chuf... pero antes, un último pedido: ¡la espada Excalibur!
"Eso sí será un quilombo para conseguir", pensó Christopher. Sin embargo, el grupo ya sabía dónde buscar.
Subieron la montaña, bajaron la montaña; subieron la sierra, bajaron la sierra; subieron al barco, cruzaron el río, bajaron del barco; subieron al avión, bajaron del avión; subieron al helicóptero, bajaron del helicóptero.
Arribaron a un viejo castillo en medio de la campiña inglesa. Viejos escudos de armas y cuadros del siglo X convivían con LCD de 38 pulgadas. En una habitación fría, oscura, se encontraba la legenderia espada Excalibur, blandida siglos atrás por el Rey Arturo para combatir a sus enemigos y para cortar el pan, que era más que duro por aquellos años. Iban a tomarla, cuando el guardián de aquel virtuoso acero los detuvo.
- ¡Alto viles bellacos! ¿A dónde lleváis esta orgullosa pieza, digna sólo de los más valientes monarcas, aquellos de espíritu noble y combativo que luchan por la grandeza de su nación y el orgullo de los dioses?
- Uh, perdone señor, nos la pidió un chabón de barba y traje blanco, para la Fiesta del Chuf, ¿vio?
- ¡Ah, la Fiesta del Chuf! Lo bien que la hemos pasado ahí, sí, llevenlá loco, llevenlá. ¡Un saludo grande al barbudo, eh!
Un poco extrañados, regresaron al DF mexicano. Subieron al helicóptero, bajaron del helicóptero; subieron al avión, bajaron del avión; subieron al barco, cruzaron el río, bajaron del barco; subieron la sierra, bajaron la sierra; subieron la montaña, bajaron la montaña.
Cuando llegaron, la gente estaba que explotaba. Grupos de no menos de seis personas fornicando frenéticamente, otros gritando arrojándose cerveza en el cuerpo, saltando sin parar, bailando, haciendo que el más fanático de los hedonistas quedase en vergüenza.
- ¡Queremos chuf, queremos chuf, queremos chuf!
Al entregarle la espada al tipo de blanco, la multitud estalló en vítores y gemidos de placer. El animador la levantó en el aire, se quitó el saco, se tomó el pubis y preguntó una vez más:
- ¿Quieren chuf?
- ¡Queremos chuf, queremos chuf, queremos chuf!
- ¡Entonces va a haber chuf!
Teniendo como fondo permanente los gritos de la gente, el hombre de blanco pidió ayuda a Ernest.
El turista yanqui colocó la lava en el balde dorado. El barbudo tomó la espada, y sucedió algo inédito: la multitud enmudeció. Ya no había gritos; todos seguían atentamente con la mirada los movimientos del hombre, hipnotizados por el transterrenal brillo del acero de Excalibur. Sus bocas abiertas denotaban la máxima concentración, la mayor de las atenciones que jamás habían prestado en sus cortas o largas vidas, según el caso.
Ante los ojos atónitos de la gente, sumergió la espada en la ardiente lava. Nadie sabía qué podía ocurrir. Christopher se encontró a sí mismo observando detenidamente, cuando unas horas atrás se reía escépticamente de esto del "chuf".
Se acercaba el final. El barbudo sostuvo la espada, que permanecía incandescente por la lava y se acercó a Ernest, quien sostenía la heladerita traída de la Antártida. Lentamente, el animador metió la espada caliente en el hielo y... chuf.
Entonces, uno de ellos (llamemoslé "Christopher"), se asomó por la ventana con su mejor cara de naipe y vio un pasacalles que le llamó frondosamente la atención: "Gran fiesta del Chuf. Miércoles 18 horas en Plaza Hidalgo".
- ¿Hoy es miércoles, Ernest?
- Ni idea.
Ah, los yanquis son así. Le preguntaron al conserje y resulta que sí, que ese día era miércoles. Entonces decidieron ir a la Gran fiesta del Chuf. Era preferible antes que seguir tirados en el sillón gastandolé el oxígeno a otros turistas que sí querían recorrer la otrora gran capital azteca.
Antes de llegar observaron una inmensa multitud colmando la plaza, desde los típicos mariachis hasta gente de traje; incluso vieron un astronauta. Todos gritando desaforadamente, alzando sus manos al cielo como en un ritual pagano de principios de nuestra era. En medio de la plaza, se alzaba imponente un escenario lleno de luces, con un coro danzante de muchachitas vestidas de sirenas que rodeaban a un personaje, manteniendoló oculto.
Tras una explosión de fuegos artificiales detrás del escenario, las sirenitas abrieron su ronda y dejaron ver a un hombre moreno, de barba oscura, vestido con un traje impecablemente blanco, que empuñaba un micrófono. Se dirigió a la multitud:
- ¿Quieren chuf?
- ¡Queremos chuf, queremos chuf, queremos chuf! - gritaba la desaforada muchedumbre, golpeando las palmas.
- Bueno, voy a necesitar que me traigan el balde dorado del Rey Carlos.
Entonces, en medio de la enorme masa de gente se conformó un grupo de alrededor de treinta personas, entre ellos los dos norteamericanos, que serían los encargados de responder a la petición del hombre del traje blanco.
Juntos, subieron la montaña, bajaron la montaña; subieron la sierra, bajaron la sierra; subieron al barco, cruzaron el río, bajaron del barco; subieron al avión, bajaron del avión; subieron al helicóptero, bajaron del helicóptero.
Entraron al templo del Rey Carlos y vieron que su balde dorado estaba sobre un pedestal, bajo ese tenue rayo de luz que lo iluminaba tipo Indiana Jones y los cazadores del Arca Perdida. Simplemente tomaron el balde y se lo llevaron.
Subieron al helicóptero, bajaron del helicóptero; subieron al avión, bajaron del avión; subieron al barco, cruzaron el río, bajaron del barco; subieron la sierra, bajaron la sierra; subieron la montaña, bajaron la montaña.
- Señor, aquí le traemos el balde.
- ¡Oh sí, el balde dorado del Rey Carlos! - vociferó el barbudo, mientras lo levantaba sobre su cabeza y señalaba con su pubis a la multitud. Ésta vitoreaba fuertemente, saltando al compás de sus furiosos cánticos:
- ¡Queremos chuf, queremos chuf, queremos chuf!
- Entonces, necesito.. ¡lava del volcán Turrialba!
Mientras una banda comenzaba a tocar y a volver loca a la gente presente, la comisión que le llevaba las cosas al tipo de blanco partió nuevamente a la aventura.
Subieron la montaña, bajaron la montaña; subieron la sierra, bajaron la sierra; subieron al barco, cruzaron el río, bajaron del barco; subieron al avión, bajaron del avión; subieron al helicóptero, bajaron del helicóptero.
Christopher se asomó al cráter del volcán; hacía un calor de putas madres. ¿Cómo harían para conseguir la lava? Afortunadamente uno de los personajes del grupo había sido medallista olímpico de Hacer cadenas humanas y sacar lava de un volcán activo en un vasito de telgopor. Así que se pusieron todos en fila, cada uno se tomó de los pies del que tenía adelante y se arrojaron al cráter, sostenidos por una soga atada a los pies del último de la hilera. Ernest había quedado abajo de todo, por lo que fue el responsable de llenar de lava un vasito de telgopor, tipo los de café. Cumplida la misión, emprendieron el regreso.
Subieron al helicóptero, bajaron del helicóptero; subieron al avión, bajaron del avión; subieron al barco, cruzaron el río, bajaron del barco; subieron la sierra, bajaron la sierra; subieron la montaña, bajaron la montaña.
- ¡Señor de traje blanco, fue arduo y duro, pero conseguimos la lava!
- ¡La lava del volcán Turrialba! - gritó el animador.
La venta de cerveza entre la muchedumbre había vuelto todo más festivo. Todos saltaban, revoleaban sus remeras, las damas hacían topless sin reparo alguno y los punguistas se hacían el año. Por suerte, para documentar todo estaba Facundo Pastor, quien se encontraba haciendo un informe sobre los robos en la Fiesta del Chuf.
- ¿Quieren chuf? - preguntaba, tendencioso, el barbudo.
- ¡Queremos chuf, queremos chuf, queremos chuf!
- Si quieren chuf, me tendrán que traer un poco de hielo de la Antártida.
Hacia el continente blanco partió la comisión: subieron la montaña, bajaron la montaña; subieron la sierra, bajaron la sierra; subieron al barco, cruzaron el río, bajaron del barco; subieron al avión, bajaron del avión; subieron al helicóptero, bajaron del helicóptero.
Al llegar, se preguntaron para qué habían ido treinta personas a buscar un poco de hielo. También se preguntaron por qué no le llevaban cubitos del freezer y listo, total qué se iba a dar cuenta el chabón de blanco, cuya única misión en la vida parecía ser la de incitar a la gente al descontrol. ¿Qué intenciones ocultas tendrá ese barbudo? ¿Sería un terrorista musulmán? ¿Qué onda eso del chuf? ¿Lady Di estaba embarazada cuando se murió?
Cuando se dieron cuenta, ya estaban de vuelta con el hielo antártico en una práctica heladerita como para llevar de camping.
Subieron al helicóptero, bajaron del helicóptero; subieron al avión, bajaron del avión; subieron al barco, cruzaron el río, bajaron del barco; subieron la sierra, bajaron la sierra; subieron la montaña, bajaron la montaña.
Le entregaron el trozo de hielo al tipo de blanco, mientras la multitud seguía enfervorizada.
- ¡Queremos chuf, queremos chuf, queremos chuf!
- Habrá chuf señores, habrá chuf... pero antes, un último pedido: ¡la espada Excalibur!
"Eso sí será un quilombo para conseguir", pensó Christopher. Sin embargo, el grupo ya sabía dónde buscar.
Subieron la montaña, bajaron la montaña; subieron la sierra, bajaron la sierra; subieron al barco, cruzaron el río, bajaron del barco; subieron al avión, bajaron del avión; subieron al helicóptero, bajaron del helicóptero.
Arribaron a un viejo castillo en medio de la campiña inglesa. Viejos escudos de armas y cuadros del siglo X convivían con LCD de 38 pulgadas. En una habitación fría, oscura, se encontraba la legenderia espada Excalibur, blandida siglos atrás por el Rey Arturo para combatir a sus enemigos y para cortar el pan, que era más que duro por aquellos años. Iban a tomarla, cuando el guardián de aquel virtuoso acero los detuvo.
- ¡Alto viles bellacos! ¿A dónde lleváis esta orgullosa pieza, digna sólo de los más valientes monarcas, aquellos de espíritu noble y combativo que luchan por la grandeza de su nación y el orgullo de los dioses?
- Uh, perdone señor, nos la pidió un chabón de barba y traje blanco, para la Fiesta del Chuf, ¿vio?
- ¡Ah, la Fiesta del Chuf! Lo bien que la hemos pasado ahí, sí, llevenlá loco, llevenlá. ¡Un saludo grande al barbudo, eh!
Un poco extrañados, regresaron al DF mexicano. Subieron al helicóptero, bajaron del helicóptero; subieron al avión, bajaron del avión; subieron al barco, cruzaron el río, bajaron del barco; subieron la sierra, bajaron la sierra; subieron la montaña, bajaron la montaña.
Cuando llegaron, la gente estaba que explotaba. Grupos de no menos de seis personas fornicando frenéticamente, otros gritando arrojándose cerveza en el cuerpo, saltando sin parar, bailando, haciendo que el más fanático de los hedonistas quedase en vergüenza.
- ¡Queremos chuf, queremos chuf, queremos chuf!
Al entregarle la espada al tipo de blanco, la multitud estalló en vítores y gemidos de placer. El animador la levantó en el aire, se quitó el saco, se tomó el pubis y preguntó una vez más:
- ¿Quieren chuf?
- ¡Queremos chuf, queremos chuf, queremos chuf!
- ¡Entonces va a haber chuf!
Teniendo como fondo permanente los gritos de la gente, el hombre de blanco pidió ayuda a Ernest.
El turista yanqui colocó la lava en el balde dorado. El barbudo tomó la espada, y sucedió algo inédito: la multitud enmudeció. Ya no había gritos; todos seguían atentamente con la mirada los movimientos del hombre, hipnotizados por el transterrenal brillo del acero de Excalibur. Sus bocas abiertas denotaban la máxima concentración, la mayor de las atenciones que jamás habían prestado en sus cortas o largas vidas, según el caso.
Ante los ojos atónitos de la gente, sumergió la espada en la ardiente lava. Nadie sabía qué podía ocurrir. Christopher se encontró a sí mismo observando detenidamente, cuando unas horas atrás se reía escépticamente de esto del "chuf".
Se acercaba el final. El barbudo sostuvo la espada, que permanecía incandescente por la lava y se acercó a Ernest, quien sostenía la heladerita traída de la Antártida. Lentamente, el animador metió la espada caliente en el hielo y... chuf.
jueves, 13 de mayo de 2010
Salga tackleador
lunes, 10 de mayo de 2010
Agua de río mezclada con mar
Transcripción de mis pensamientos durante un viaje en bondi, Línea 273 ramal F, La Plata, el lunes pasado.
De entrada quiero decir que repudio esos buzos espantosos, en general negros, que tienen estampados un "Fiorucci" en el frente. Como el que tiene la gorda esa de ahí, la que está sentada adelante del viejo que se parece a Neustadt.
Sin embargo, me invade una sensación de amargura. Noté que hice algo muy femenino, como es criticar despiadadamente la ropa de otras hembras. Por Dios, ¡eso no se hace! Cada uno se pone lo que le apetece y chau.
Uh, ¿cuál flasha ese que se subió recién? Tiene toda la cara llena de piercings, no pasaría por un detector de metales...
Upa. Otra vez. Nuevamente caí en la fea actitud de pensar esas cosas del prójimo. Me recuerda a esos mellizos que sienten algo cuando su hermano vive alguna situación de estrés. ¿O eran gemelos? Pensandoló bien deben ser mellizos, porque los gemelos tienen otras habilidades súper interesantes como convertirse en un águila, o en un balde de agua.
Pero a la hora de hablar de superhéroes y agua, es inevitable considerar cuán al pedo estaba Aquaman, con sus poderes de dudosa utilidad en una misión en el desierto, o en el centro de Rosario. Sin embargo siempre me cayó bien Aquaman, me produce cierta ternura.
Como la que me inspira la camiseta de Ferro, tan verde, tan brillante, tan ecológica... carajo, me pasé otra vez. El tipo no me paró, pese a haber tocado el timbre en tiempo y forma. Este es un trabajo para el Rey de la Atlántida.
De entrada quiero decir que repudio esos buzos espantosos, en general negros, que tienen estampados un "Fiorucci" en el frente. Como el que tiene la gorda esa de ahí, la que está sentada adelante del viejo que se parece a Neustadt.
Sin embargo, me invade una sensación de amargura. Noté que hice algo muy femenino, como es criticar despiadadamente la ropa de otras hembras. Por Dios, ¡eso no se hace! Cada uno se pone lo que le apetece y chau.
Uh, ¿cuál flasha ese que se subió recién? Tiene toda la cara llena de piercings, no pasaría por un detector de metales...
Upa. Otra vez. Nuevamente caí en la fea actitud de pensar esas cosas del prójimo. Me recuerda a esos mellizos que sienten algo cuando su hermano vive alguna situación de estrés. ¿O eran gemelos? Pensandoló bien deben ser mellizos, porque los gemelos tienen otras habilidades súper interesantes como convertirse en un águila, o en un balde de agua.
Pero a la hora de hablar de superhéroes y agua, es inevitable considerar cuán al pedo estaba Aquaman, con sus poderes de dudosa utilidad en una misión en el desierto, o en el centro de Rosario. Sin embargo siempre me cayó bien Aquaman, me produce cierta ternura.
Como la que me inspira la camiseta de Ferro, tan verde, tan brillante, tan ecológica... carajo, me pasé otra vez. El tipo no me paró, pese a haber tocado el timbre en tiempo y forma. Este es un trabajo para el Rey de la Atlántida.
viernes, 7 de mayo de 2010
Saco un papelillo
Afirman que las mujeres lindas son perjudiciales para la salud de los hombres
Un estudio señala que, frente a ellas, los varones liberan una hormona relacionada con el estrés por la presión que les genera intentar conquistarla
¿Las chicas lindas son perjudiciales para la salud de los hombres? Puede resultar curioso, pero una investigación realizada en la Universidad de Valencia , con colaboración de la de Griningen, de los Países Bajos señala que contemplar a una mujer hermosa durante sólo cinco minutos dispara en los varones los niveles de cortisol, una hormona relacionada con el estrés, que altera su metabolismo celular.
El estudio fue realizado después de medir los niveles de cortisol de 84 hombres mientras intentaban resolver un sudoku en una sala donde se encontraban también un hombre y una mujer desconocidos.
Los científicos descubrieron que si la mujer que se encontraba con el hombre en la habitación era atractiva, los niveles de cortisol en sangre del sujeto de estudio aumentaban considerablemente hasta que ésta salía de la sala, cuando recuperaban los valores iniciales.
Los autores del estudio, publicado en el diario Telegraph , concluyeron entonces que los hombres, en presencia de una mujer hermosa, piensan que deben intentar conquistarla, lo que genera una situación estresante para ellos.
En pequeñas dosis, el cortisol tiene efectos positivos, pero los niveles elevados pueden provocar problemas cardíacos, diabetes, hipertensión e impotencia.
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1261400
Un estudio señala que, frente a ellas, los varones liberan una hormona relacionada con el estrés por la presión que les genera intentar conquistarla
¿Las chicas lindas son perjudiciales para la salud de los hombres? Puede resultar curioso, pero una investigación realizada en la Universidad de Valencia , con colaboración de la de Griningen, de los Países Bajos señala que contemplar a una mujer hermosa durante sólo cinco minutos dispara en los varones los niveles de cortisol, una hormona relacionada con el estrés, que altera su metabolismo celular.
El estudio fue realizado después de medir los niveles de cortisol de 84 hombres mientras intentaban resolver un sudoku en una sala donde se encontraban también un hombre y una mujer desconocidos.
Los científicos descubrieron que si la mujer que se encontraba con el hombre en la habitación era atractiva, los niveles de cortisol en sangre del sujeto de estudio aumentaban considerablemente hasta que ésta salía de la sala, cuando recuperaban los valores iniciales.
Los autores del estudio, publicado en el diario Telegraph , concluyeron entonces que los hombres, en presencia de una mujer hermosa, piensan que deben intentar conquistarla, lo que genera una situación estresante para ellos.
En pequeñas dosis, el cortisol tiene efectos positivos, pero los niveles elevados pueden provocar problemas cardíacos, diabetes, hipertensión e impotencia.
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1261400
__________
Más allá de lo pelotudo de la nota y de esos estudios flasheros realizados en universidades extranjeras que nadie puede comprobar... ¿no son todas perjudiciales para la salud? ¿Por qué las lindas nada más?
miércoles, 5 de mayo de 2010
lunes, 3 de mayo de 2010
Ni votos ni botas
¿Te acordás de Bulk y Skull?
Nunca más aparecieron, aunque una vez creo que vi a Skull vendiendo LCD. Sí, televisores.
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