viernes, 20 de agosto de 2010

La mano ensangrentada

La joven pareja decidió tomarse un momento para disfrutar a solas, y se fueron al cine a ver una del Pato Galván dejando a sus pequeños hijos de 2, 4 y 6 años solos en casa. Claro, son esos padres irresponsables que fueron adolescentes en los '90 y se piensan que es todo joda; ahora uno se encuentra con ellos en las reuniones del jardín, serios e impecablemente trajeados, pero no dejan de ser unos boludos bárbaros.
Eso sí: les dejaron a los niños la recomendación de no abrirle a ningún extraño. Así, los pequeñuelos se entretuvieron aquella noche mirando a Barney, jugando al TEG online y opinando en foros de debate político.
Cuando se acercaba la medianoche, oyeron asustados que alguien golpeaba la puerta.
- ¡Toc toc!
- ¿Quén ee? - preguntó el pequeño de 2 años.
- ¡Soy la mano ensangrentada! - vociferó una tenebrosa voz del otro lado.
Los chicos se pusieron blancos, y huyeron despavoridamente para esconderse en el dormitorio de sus padres.
Desde allí escucharon asustados cómo alguien abría la puerta principal, iba hacia la heladera, sacaba una latita de birra y la bebía mirando el resumen del noticiero, para luego dirigirse a la habitación donde estaban los niños.
- ¿Quién anda ahí? - preguntó el mayorcito.
- ¡Soy la mano ensangrentada! - volvió a decir el monstruo.
Nuevamente, los niños se cagaron hasta las patitas y comenzaron a correr en círculos por la pieza, hasta que se les ocurrió meterse en el baño (los papis tenían el dormitorio en suite).
Allí, el más grande aprovechó para descargar el contenido de su vejiga, que se le había llenado bastante con los recientes y temerosos acontecimientos. Pero se le cortó el chorro cuando oyó, no sin pavor, que la mano ensangrentada entraba a la habitación de sus padres y los buscaba abajo de la cama. No los encontró, pero se quedó con los seis mil dólares escondidos bajo el colchón.
- ¿Quién está ahí? - inquirió, esta vez, el de 4 añitos.
- ¡Soy la mano ensangrentada!
La respuesta no fue ninguna sorpresa. Sin embargo, sí lo fue el comportamiento del de 6 años, quien, cansado de tanta huida, se armó de coraje y preguntó:
- ¿Y qué quiere?
- Una curita.

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