sábado, 2 de abril de 2011

Clave de Fa

Caminaba hoy por la tarde por una calle solitaria, alejada, poco transitada. El fuerte sol calentaba el aire, volvía pesado cada movimiento, ralentizaba la caminata.
No había nadie en la calle. Por la misma vereda que yo, detrás mío, se oía el sonido de las ruedas de un carrito que era llevado por una señora de caderas prominentes. De frente a mí, un niño se montaba en una bicicleta y se alejó raudamente montado sobre ella, como queriendo esquivar el calor. En un charco junto al cordón, un pajarillo aplacaba su sed bebiendo agua.
De repente, la mujer de amplias caderas comenzó a correr. El ruido de las pequeñas ruedas del carrito era como un torno de dentista junto al oído. Se puso a golpear una puerta, y a gritar:
- ¡Miguel, Miguel! ¡Miguel, salí que un pibito se robó tu bici! ¡Miguel!
El Miguel en cuestión tardaba en salir, no sé si por no encontrar la llave, o estaba durmiendo la siesta, u odiaba su bicicleta. Por eso, la mujer dejó el carrito junto a la puerta y comenzó a perseguir a la carrera al pequeño caco, que se alejaba rápidamente.
Ahí noté que estaba frente a un delito; un ciudadano estaba sufriendo. Sin embargo, sólo atiné a seguir caminando con las manos en los bolsillos, pensando en tomarme un vaso de algo helado cuando llegara a casa. Me sentí como Spiderman cuando ve que pasa un chorro y no hace nada. Aunque yo no tuve a nadie que me dijera luego que "un gran poder conlleva una gran responsabilidad".

1 comentario:

  1. Tendrías que haber aprovechado y robarte el carrito de la señora.
    Digo, por eso de: «Ladrón que roba a alguien que persigue a un...».
    Mmmhhh... No, dejá, creo que no era así.
    Saludos.

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