jueves, 1 de marzo de 2018

Como si fueras un camello

El fútbol nació como divertimento popular allá por la Edad Media. Tras prohibiciones por su violencia, resurgió en los colegios y universidades inglesas. Desde allí se expandió a todo el mundo y se volvió una pasión para millones de personas. Más tarde, en el transcurso del siglo XX, se fue convirtiendo en un negocio para unos pocos.

Pero para hablar de cosas que se desviaron de su camino, nada como el sandwich o sánguche.
Como todos sabemos, su invención se atribuye al británico John Montagu, IV conde de Sandwich, en el siglo XVIII. Fanático de los juegos de cartas, el conde no quería cortar la partida para almorzar o cenar. Entonces, ideó como solución pedir carne entre dos rebanadas de pan, para poder comer sin ensuciarse los dedos y al mismo tiempo manipular los naipes con las manos inmaculadas. Luego, la historia le dio su nombre al invento.

Sin embargo, hoy vemos sánguches con rellenos demasiado abundantes que se vuelcan por todos lados o humedecen el pan y lo rompen, de manera que al comerlos las manos quedan tan enchastradas como si directamente agarraras todo con los dedos.

¿Cuál es la gracia entonces de un sánguche que te deja todo pegoteado y tenés que lavarte las manos después de comer? ¿No estaríamos pifiando el concepto? ¿Cuándo dejamos que se degenerara de esa forma?

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