jueves, 7 de junio de 2018

Una vez leí a una chica que decía que lo malo de ser marplatense es que no te acordás de la primera vez que viste el mar.

No haber nacido en la costa me da la ventaja de acordarme. La convertibilidad que había llevado a muchos compañeritos de jardín a Brasil o a Miami, a nosotros nos hizo vacacionar en Miramar.

Llegamos de noche y por supuesto el primer plan era llevar al niño a la playa. No sé si había truenos, quizá mi mente los agrega al recuerdo para darle una explicación a un ruido que hasta entonces nunca había escuchado.

Lo que sí es seguro es que nunca me voy a olvidar del estruendo de esas olas rompiendo en la arena iluminada por los edificios y cómo la oscuridad iba tomando forma hacia el horizonte ocupando todo y mostrandomé por primera vez lo que era el infinito.

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