lunes, 8 de octubre de 2018

Haga lo que se le pide, señora

Podemos debatir largo y tendido sobre la legitimidad de las monarquías. Aquí aparecerán los seguidores de Thomas Hobbes o los partidarios de Luis XIV, también conocido como Leonardo DiCaprio.
Algunas cuentan con amplio apoyo popular como las de Noruega o Dinamarca mientras que a otras, como a la Corona de la Araucanía y la Patagonia, nadie les lleva el apunte.
Hay reinados que nadie discute, siendo el más destacado el de Carlitos, el rey del panqueque. Ningún súbdito osaría poner en duda la legitimidad de su autoridad sobre esta masa dulce o salada. Ninguno.
Sin embargo, hay un trono para el que existen miles de aspirantes, sin que se haya llegado a un acuerdo. Todos los barrios tienen a alguien que se considera digno de portar esa corona. Una larga lista de personas que se jactan de ser quienes tienen la última palabra en la materia. Se adjudican el título sin ponerse colorados y lo gritan a los cuatro vientos. Hablamos, claro, del rey del sánguche de miga.

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