domingo, 12 de diciembre de 2010

No tengo edad ni porvenir

Tuve la oportunidad de visitar el mercadito chino del barrio de un amigo. Y a diferencia de los chinos de la vuelta de mi casa, estos se habían integrado, en pequeños detalles, a la sociedad argentina.
Pero quiero mencionar sólo al más importante de ellos: el chino de la caja nos cobró $22,50 y, al recibir un billete de 50, nos preguntó si teníamos cincuenta centavos, tal como hacen los comerciantes connacionales.
Enorme diferencia con "mis" chinos, que con tal de reducir al mínimo el contacto con el cliente, aunque sea verbal, te dan vuelto aunque le pagues con quinientos euros.
Una muestra del ímpetu de integración de algunas gentes, y de la oriental mala onda de otros.

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