miércoles, 1 de diciembre de 2010

Nuestra identidad

María volvió feliz su a casa aquel caluroso mediodía de noviembre. Recorrió las once cuadras entre la escuela y su hogar con una sonrisa imborrable, brillante, que contagiaba a todos los que se cruzaban con ella. La felicidad se debía a que Adela, su querida maestra de su querido tercer grado, la había elegido para protagonizar el acto de fin de curso; interpretaría el papel de Argentina.

Apenas llegó, iba a contarle a su mamá la novedad. Pero recordó que la señorita les hizo prometer que no les dirían nada a los padres, ya que el acto sería una sorpresa. Además, cada alumno debía confeccionarse su disfraz sin ayuda, con lo que tuviera a mano.

Almorzó en silencio, aunque sin dejar de sonreír. Su madre atribuyó esa expresión a las papas fritas que había en el plato, por lo que no preguntó nada más allá del clásico "¿cómo te fue hoy?". Sólo obtuvo un "bien, re bien" como respuesta.

Cuando terminó de comer, y luego de ayudar a su mamá a juntar la mesa, María corrió a su habitación y abrió el placard. Seleccionó la ropa que utilizaría en el acto, la dobló prolijamente y la guardó bajo la cama, en una bolsa. Si bien faltaban quince días para la fiesta, quería estar preparada con antelación.

Una semana antes del cierre del año lectivo, durante un ensayo, la señorita Adela les preguntó a sus alumnos, uno por uno, cómo iban con la cuestión de los disfraces. San Martín y sus granaderos dijeron estar listos. Belgrano sólo necesitaba conseguir las botas. Sarmiento, por su parte, no sabía cómo representar la calvicie.

¿Y María? La maestra le preguntó dos veces si ya tenía todo preparado, porque sería la protagonista del acto y debía estar impecable. Después de todo, representaría nada más y nada menos que a la Argentina, al país entero.

La pequeña, con sus trenzas rubias radiantes y su sonrisa blanca y encantadora, le contestó las dos veces que sí, que estaba todo listo, y sin ayuda de nadie. Estaba más que entusiasmada con el papel que le había tocado.

Finalmente, llegó el gran día. Para que su mamá no viera el disfraz, María se puso una campera larga. No importaba el calor que hacía; quería conservar el manto de sorpresa del acto para el que tanto habían practicado.

Entró a la escuela de la mano de su madre, y vio que todos sus compañeritos habían tenido la misma idea. Pese a que el sol pegaba fuerte y hacía quejarse a las chapas del techo del gimnasio, todos los chicos estaban con sus abrigos, ocultando los disfraces de los ojos de los padres.

La maestra llamó a los alumnos de tercero detrás del telón, para que dejen sus camperas y se preparen para el acto. En cuanto vio lo que tenía puesto María, la tomó del brazo y la alejó del grupo. La pequeña estaba extrañada, tanto que no atinó a hacer nada más que caminar. La señorita Adela la reprendió fuertemente, diciéndole que en su último año como docente no iba a tolerar que una mocosa le tomara el pelo de esa manera, delante de toda la gente, y la echó del lugar. Sería reemplazada en el papel por Camila, esa chica petisita que no le caía bien a nadie.

María sólo atinó a correr hasta su casa, con los ojos empapados en lágrimas, y se encerró en su cuarto a llorar. A un lado de la cama, dejó la vincha de plumas, y la túnica multicolor.

¿Qué pasaba? ¿Acaso era la única que creía que la Argentina era de los aborígenes?

5 comentarios:

  1. Qué porquería los actos de la escuela. Es como recordar las navidades en las cuales creía en Papá Noel.

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  2. Una genia la pendeja (Y). La aplaudo de pie.
    Igual yo le gané. En segundo grado me hicieron actuar de toda América ;). Se nota que era la preferida de la señorita AJJA. Bailábamos con maracas una coreo muy MUY pedorra al ritmo de una canción que decía "Ameeeeeeeeeericaa, Ameeeeeeeeerica" (8); y no me acuerdo más porque estaba en portugués.
    Che, El desafío Carpe Diem no va más. Ahora te podés pasar por acá http://weallwanttochangetheworldd.blogspot.com :). O sufrir las consecuencias. Es tu elección.

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  3. Emotivo, cargado; ¡bravo!

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  4. me pusiste los pelos de punta, genial, te aplaudo de pie! a vos y a la pendeja! muerte a las maestras!

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