martes, 14 de julio de 2020

De León a Adelaida

Guillermo García Castillo pasó de arbitrar en España a pitar en Adelaida, al sur de Australia. Desde allá cuenta su adaptación a un rugby con algunas diferencias pero idéntica pasión
 
 

Adelaida, ubicada al centro y al sur de Australia, es la quinta ciudad más poblada de la tierra de los canguros. Casi un millón y medio de almas viven en esta capital de estado, que combina playas de mar azul con colinas llenas de eucaliptos (y de koalas, claro). Al igual que en el resto de las grandes ciudades del país, un 25% de la población es extranjera. Hay británicos, italianos, vietnamitas y griegos. Entre tantos inmigrantes, destaca un español: Guillermo García Castillo, psicólogo y árbitro de rugby.

Pese a la diferencia horaria con Down Under, Guillermo se hizo un tiempo para contar su encuentro cercano con el rugby adelaidano. Allí, nuestro juego es bastante minoritario, pues el deporte que domina la escena es el fútbol australiano, el footy, ese que  también se juega con un balón oval pero con camisetas sin mangas. Lejos de las luces de Sídney y Brisbane, tradicionales centros neurálgicos del rugby union australiano, los clubes de Adelaida disfrutan de un entorno familiar, ameno y acogedor.

“El rugby que he vivido aquí, al menos en este estado, es de comunidad, de liga regional, creo que en España sería el equivalente de Segunda Regional Madrileña. Es el rugby que a mí me gusta. Es como de pueblo, todo el mundo conoce a todo el mundo, todo el mundo ayuda a todo el mundo”, explica. “Hay grandes rivalidades, claro, como en cualquier sitio, pero lo que yo me he encontrado aquí es que esas grandes rivalidades no son algo que impidan una buena relación entre clubes o entre personas”.


Guillermo, leonés de 27 años, se inició en el rugby en su ciudad natal. Luego, al comenzar sus estudios de psicología, mudó su juego de segunda línea o flanker a Salamanca. Defendió los colores de la Universidad, pese a dos operaciones de rodilla que amenazaban con terminar su carrera. Dejó de jugar en 2015 y al año siguiente debutó como árbitro en Castilla y León.

Los estudios lo trasladaron nuevamente, esta vez a Madrid. Allí continuó arbitrando hasta 2018, cuando un llamado por teléfono le ofreció un trabajo en Australia. No fue difícil decir que sí y empezar una nueva vida en Adelaida, una ciudad cuidadosamente planificada, con un centro urbano bien definido y rodeado de un anillo de enormes parques.
 




Ya asentado en su nuevo lugar, hizo lo que haríamos todos: buscar rugby. “Esto es Australia, tiene que haber algo de rugby”, pensó enseguida, aunque al principio parecía difícil. “Por aquí, hasta que no sabes dónde hay un campo de rugby, no ves ninguno, solamente hay campos de footy o de cricket”.

Se comunicó con la Asociación de Árbitros local y así debutó en el rugby australiano, en un encuentro entre equipos femeninos. “Llevaba casi dos años sin arbitrar y nunca lo había hecho en inglés, así que este primer partido fue una auténtica masacre a la gramática inglesa de mi parte, fue horrible”.

“Por supuesto que algo de arbitrar en inglés me sonaba de ver partidos por televisión, pero no tiene nada que ver con lo que luego tienes que hacer tú en el campo. Esos árbitros dicen cuatro cosas y no necesitan decir nada más porque los jugadores entienden todo, pero aquí, con gente que casi está empezando a jugar al rugby como en mi primer partido, hay que hablar más y es difícil”.

Pese a estas dificultades iniciales, nadie le hizo sentir mal por no ser hablante nativo. Sólo lo sintió una vez, que terminó siendo algo gracioso. En una melé sub-18, para decirles que estén quietos, en lugar del habitual “steady” dijo “stable”. “Se me quedaron mirando unos chavales hasta que uno dijo: ‘Que no es su primer idioma, está diciendo steady, tranquilos’. Intento ser un tío serio y ahí me entró la risa, pero aparte de eso jamás he recibido ningún tipo de comentario”.

Es que el rugby de Adelaida es como una gran familia. Son diez clubes que compiten en tres divisiones de senior, además de rugby femenino de adultas y las categorías inferiores masculinas. Cada sábado hay partidos desde la mañana temprano, comenzando por los sub-12, hasta bien entrada la tarde, cuando chocan los equipos superiores. Esto garantiza una jornada completa de rugby donde la comunidad del club en pleno se reúne para disfrutar de todos los partidos, además de compartir una comida y alguna que otra pinta.


“La infraestructura de los clubes me gusta más aquí. Tienen la clubhouse, entonces no tienen que irse a un bar, se quedan en el campo. En cuestión de logística son más grandes, pero lo que yo veo es que tú puedes ir a los partidos de los pequeños a la mañana, que alguien de cada una de las otras secciones del club está ahí siempre. Cuando yo en Madrid iba a pitar a Boadilla, por ejemplo, era sub-16 y después de mi partido había tres partidos pero de esos no aparecía ninguno, y no te quiero ni contar del femenino o de otros equipos. Aquí la liga está hecha más para que los clubes estén todos juntos y eso me gusta”.

Es que la socialización es muy importante en este rugby del sur australiano. El deporte funciona como argamasa para unir a los distintos grupos inmigrantes en torno al oval. En los clubes de Adelaida se escuchan acentos de todo el mundo. “En España sólo había visto isleños en los fichajes que traía el VRAC, pero nunca había visto un crío isleño, que uno de ellos de 14 años era ya más grande que yo y una auténtica bestia”. La comunidad de las islas del Pacífico que vive en Australia es enorme y como factor de unión tienen un lenguaje universal: el rugby. Esto se refleja también en el seleccionado, con la presencia cada vez más creciente en los últimos años de jugadores de procedencia polinesia como Scott Sio, Alan Alaalatoa, Sekope Kepu, Samu Kerevi, Marika Koroibete, Polota-Nau, Tevita Kuridrani Jordan Uelese o el propio Folau antes de su controvertida salida de los Wallabies.

“He conocido a varios españoles aquí a través del rugby, hispanos también. Ya sabía que el rugby es un motor social muy importante, pero nunca había imaginado que podía ser tan grande y hacer tanto bien por una sociedad”. Bueno, Guillermo mismo se ha beneficiado de esto: “En España estaba acostumbrado a que terminabas de trabajar y te vas a tomar un par de cervezas, pero claro, aquí la gente termina y coge el coche para irse a casa que está a media hora, o una hora, entonces todo eso se cortó para mí de raíz. De pronto, con el rugby tienes gente con la que puedes relacionarte de una manera más parecida a como son las relaciones sociales en España, y eso para mí era súper importante, lo echaba mucho de menos”.




Para Guillermo, que ha arbitrado sub-18 masculino y senior femenino en Madrid, Adelaida ofrece alguna particularidad: “He pitado en partidos de segunda senior importantes y se nota la presencia de la grada cerca. Están ahí y tú oyes que le gritan de todo a tal jugador, y justo delante suyo tienen al hermano que está en el banquillo: ‘No seas tonto porque te van a partir la cara’, piensas. Pero todos se conocen entre ellos, se insultan un poco y después, en el buen espíritu del rugby, todos son amigos”.

En cuanto a la relación jugador-árbitro, “el australiano, si tú le dices algo, enseguida lo toma y lo tiene en cuenta, más fácilmente que el español. El jugador español de base es más respetuoso, pero en cuanto le dices algo, le cuesta más adaptarse a lo que le estás diciendo que al australiano. Otra cosa también es que en España juegas rugby y sólo rugby, aquí juegan rugby el sábado, footy el domingo y luego alguna cosa más, son muchísimo más deportistas que en España”.

Guillermo pitó la final de sub-18 en 2019. Pero más allá de lo meramente rugbístico, lo más importante es la integración social: “Aquí me siento uno más. Desde el primer día me han presentado a todos, me han metido en los grupos de educación, de asistencia, básicamente ha sido llegar y ya ser uno como todos”. El plan es quedarse aquí y seguir creciendo como árbitro, como psicólogo y como persona.

En 2003, Adelaida fue sede de dos partidos de la Copa del Mundo: la amplia victoria australiana ante Namibia por 142 a 0; y la caída de Argentina frente a Irlanda 16-15. Hoy aloja los sueños de Guillermo, este árbitro español que llevó su silbato y su futuro de León a Adelaida.

https://www.revistah.org/planeta-oval/de-leon-a-adelaida/



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