jueves, 10 de junio de 2010

Faltaba más, coronel

Al fin culminó la inmunda espera. Mañana, una de las citas deportivas mundiales Top 3 dará comienzo, por primera vez, en el continente africano.
Mucho se habla de nuestra selección nacional, se la ubica como firme candidata a alzarse con el trofeo y se pondera a la imagen de Diego Armando como el poseedor del más candoroso de los fuegos sagrados que alguna vez iluminaron a nuestra oscura Humanidad.
Pero yo todavía no había dicho nada al respecto en este espacio. Por tanto, he aquí en exclusiva mi humilde pronóstico acerca de las alternativas, idas y vueltas de este apasionante torneo desprovisto de intereses políticos y comerciales, donde lo único que prevalece es el hambre de gloria y la pasión por la camiseta.
En primer lugar, el combinado argentino encontrará inconvenientes en pasar la fase de grupos. Si bien a priori se presenta accesible, habrá problemas, y se definirá la clasificación en el último partido, frente a Grecia. Probablemente, dependiendo también de otros resultados.
Pero no importa, porque pasaremos. Pasaremos, y los octavos de final nuevamente se convertirán en un escollo difícil de superar. Sin embargo, la selección albiceleste triunfará.
A partir de entonces, el representativo de la Asociación del Fútbol Argentino experimentará un despliegue y una mejora exponencial en forma ascendente, jugando cada vez mejor en cuartos y semis y llegando a la final con un juego sólido y lucido (sin tilde, eh), y una actuación estelar de Lionel Messi.
En el partido definitorio, Argentina arrancará un poco complicada, tal vez aturdida por la catarata de elogios que se formularán, y, producto de desconcentraciones, no gozará de un buen primer tiempo.
No obstante, tras una intensa motivación llevada a cabo por el divino director técnico en el entretiempo, los jugadores saldrán a comerse la cancha en la segunda parte, y nuevamente aparecerá la figura del pequeño argento-catalán ungido como aquel que nos lleve a la victoria y nos otorgue el derecho a quedarnos con la Copa Mundial para las vitrinas de la calle Viamonte.
Además, circularán por el mundo entero las imágenes de Diego Armando levantando, besando, mirando, amando (cuánto ando, ¿no?) el trofeo, y las comparaciones con las mismas imágenes pero de 1986. Tampoco faltarán las referencias a un Dios zurdo y bajito abrazado a su hijo, el Messías, también zurdo y bajito, fundidos en un festejo cuasi religioso que dará al siniestro periodismo deportivo nacional muchíiisima tela para cortar durante muchíiisimo tiempo.
Esto es lo que sucederá. Don Julio ya lo tiene digitado, no teman. Pero mientras va sucediendo, para no despertar sospechas, festejemos y gritemos los goles, como si creyésemos que es todo de verdad.

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