lunes, 21 de junio de 2010

Formateando... Disco C:

Anochecía un día de verano. Ella estaba asomada en su balcón, sintiendo el aroma de las rosas del jardín de su madre. Ese aroma fresco y sensual, entraba como una brisa e invadía todo su cuerpo. Ese olor, tan cautivante, la apasionaba, queriendo llegar al borde de la locura. Comenzó a bailar, sola, un baile lento, que luego llegó a parecerse a un baile satánico. En esa casa enorme se aburría, siempre estaba sola, y quería un hombre para poder entretenerse y ablandar su corazón de metal. Alguien que pudiera cautivarla como aquel aroma, al cual le prestaba atención minutos antes... Pero ya no. Comenzó a sentir una enorme angustia, un nudo en la garganta, recordando que toda su vida vivió en una casa enorme, con gran cantidad de familiares, pero sin embargo la soledad la invadía plenamente.
Ella estaba segura de lo que quería, ¡quería un hombre ya! Alguien que la agarre de la cintura y le dé un beso apasionado, dulce e interminable. Ya no había retorno, deseaba eso y no iba a parar hasta conseguirlo. Se sentía tan sola como el salitre que quedaba estancado en las cañerías de su antigua casa, en un lugar oscuro, y del cual parecía imposible salir.
El aroma dulce y encantador la hizo reaccionar; cuando se dio cuenta, ése no era el de sus rosas. Al abrir los ojos, notó que él estaba allí. Delante de ella, el hombre de su vida; que aún no conocía pero intuía que él era. Con un ramo de flores que ella desconocía, a centímetros de su boca; y con el corazón acelerado porque se había enamorado de aquella mujer… Y de su baile exótico y encantador, el cual había presenciado espiándola todo el atardecer desde detrás del rosal.

enviado por Karen Ferreyra Portunato.

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